Ben Hur de fondo. Creo que es la
tercera vez que la ponemos en lo que va de Semana Santa. Ninguna de ellas la
hemos acabado, pero no importa. La hemos visto tantas veces que sabemos de
memoria lo que ocurre al principio, a media película y al final. El spoiler no
se cotiza por obsoleto y mientras remoloneamos, Judá Ben-Hur las pasa más putas
que Caín.
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Esta semana santa la palma se la ha llevado la gestación subrogada. Aunque, a decir verdad, se la ha llevado la Sra. Obregón. Me niego a perder el tiempo centrando la cuestión en el tan atípico caso de esta mujer. Necesitamos menos tripas, menos sentimentalismo, menos sectarismo y un poco más de razón. Pero eso no interesa a nadie. El debate que se abre con la gestación por subrogación da para horas de ética, filosofía, ciencia y derecho. La sociedad avanza a pasos agigantados, el derecho viene por detrás. No se puede poner puertas al campo y legislar ante la realidad es una necesidad.
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No alcanzo a saber el motivo por el que ya solo publica basura. Lo dije en voz alta y me arrepentí al segundo, pero ya estaba dicho. Las palabras solo se las lleva el viento a veces y esa vez no se las llevó. Me preguntó ¿A qué te refieres? A nada, contesté, como una manera de escapar de una conversación tan estéril como inútil. Cerré los ojos y mirando al cielo pregunté ¿Alguien sabe a cuánto se paga el barril de Brent? Tema cerrado.
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Unas chicas se empolvan la nariz,
por fuera y por dentro. Me lavo las manos un poco más allá. Charlan a voz en grito y se pintan
los labios. Una se atusa el pelo y la otra se sube las medidas dejando la falda a la altura de las axilas. Se ríen, mucho. Las dejo en el baño, decidiendo si
dejarse las bragas puestas o quitárselas. De repente me he hecho mayor y pienso
en las que llevo puestas. Con ellas no hay duda posible. Puestas y para casa.
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El barrio ha envejecido. El paseo
se llena de andadores que descansan al sol. Las vacaciones son crueles con los
mayores. Me siento en el único banco que hay en la sombra, saco el libro, un botellín
de agua y dejo que la mañana pase. Tendría que haber traído al perro y cogido
la muleta. Quizá también un Lexatín.
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Me pregunto qué es lo que echaré de
menos de aquí un tiempo. La memoria juega malas pasadas y a veces intuyo que algunas
de las cosas que creo haber vivido en realidad no han sido más que el producto
de mi cabeza y que esas, como posiblemente las otras, desaparecerán por falta
de material sobre el que asirse.
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Me toco el pecho y, aunque la piel aun está tersa, un milímetro más allá se adivina una caída mayor que la del imperio romano. La vida y las leyes de la física. A veces, también, las de la deseada química a dos que mandan a las de la física a tomar viento.
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Ojalá vuelva la primavera y su
letra suelta.
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