Jamás le he vuelto a ver. Oh, sí, claro que lo he visto
en la televisión y en las fotos de los periódicos.
Raymond Carver
En el complejo funcionamiento del cerebro, al que adobamos con años de actitudes aprehendidas, de revoluciones que remueven las entrañas, de gestos que repetimos hasta la saciedad, se producen choques que lo dejan hecho fosfatina. Y de ahí, bajando en una pendiente sin final, hasta el hígado que acaba terriblemente perjudicado. Dicen algunos, creo que los chinos, que es ahí, en el hígado, donde se sitúan las emociones. Es entre ese tejemaneje que se llevan los órganos vitales en el que nacen las preguntas sobre la lealtad, la confianza, y su voluntario quebranto. El saber provoca dudas y confusión, e incluso la nefasta necesidad de airearlo. Pero algunas revelaciones necesitan mantenerse alejadas de lo público, de lo mundano, sobre todo cuando la necesidad de reserva no encierra mala fe, si así se evitan efectos perversos. El ser humano puede sentirse incómodo conociendo, y frente a esa situación se bambolea la pregunta sobre el alcance del mal que pueden provocar algunas indiscreciones. Guardar silencio no siempre es fácil, distraer el pensamiento para hacer lo que se debe, no lo que se quiere, provoca dolor de cabeza y deja el hígado hecho trizas, salvo que uno sea un verdadero hijo del demonio.
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