"Aprecio la ironía, pero cuando viene cargada
de veneno, trae aparejada algo más, frustración"
La juventud
No sabía cómo empezar y he buscado una frase cualquiera, al azar, en el libro que estoy leyendo y doy con:“a mí...si dijeran que me queda un año de vida, apuesto a que me tiraría al mar, zanjaría el asunto en un mes”. ¡Pues vaya!, pienso, y como hace apenas un par de hora que he estado en el cine, me digo que antes de tirarme al mar y morir de una forma terrible y angustíosa, sacaría una entrada, buscaría una buena butaca, me tragaría una caja o dos de algún potingue que me adormeciera y lo pasaría ensimismándome con la pantalla y en compañía de una botella de algo rico, tal vez un buen vermuth, que me ayudara a poner el punto final sin hacer demasiado ruido.
Este fin de semana dispongo de todas y cada una de las horas del día, y pese a que la mañana se ha levantado fría, las calles, son mías. Sin tiempos, sin prisas, sin obligaciones de intendencias que aparco hasta el lunes a la hora que sea posible, aunque sé que me pesará. Leo en la cafetería de siempre y un café, dos, e incluso un tercero después, decido que esta tarde, aunque me pueda la pereza insana de los sábados, iré al cine. Aunque llueva, aunque truene, y aunque juré que le esperaría para hacer una nueva visita a Sorrentino. Son las ocho, empieza a oscurecer y el corazón me bombea raro. Le escribo un mensaje para recordarle que nosotros, como dice uno de los protagonistas de la película, tampoco estamos preparados para todo, pero que, precisamente porque nadie lo está, no debemos preocuparnos, ni siquiera del vermuth. Me devuelve una cara sonriente y una flor que parece un churro, pero que es mía, hoy y desde hace mil. Que será mía mientras dure la batería, la nuestra.
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