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miércoles, 1 de mayo de 2024

SOBREVIVIR

 


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Vivir con miedo a perder es negarse a vivir»

Paul Auster


Tres días lloviendo a mares y un Primero de Mayo que se diluye entre la pereza infinita de un festivo de febrícula y malestar general. Y entre todo eso, gente que desaparece de este mundo, pero solo un poco. Tengo sobre la mesa "Baumgartner" y en la faja leo la frase con la que encabezo esta nota "Vivir con miedo a perderse es negarse a vivir". Se quedará ahí, con la preciosa portada mirando al frente, esperando tiempos de mejora y altura.


Caballero, vaya usted con Dios. Los que nos quedamos le echaremos de menos.



jueves, 30 de diciembre de 2021

A TRAICIÓN

 



Me siento en la parte trasera. Me recuesto contra el cristal aprovechado que la bufanda es gruesa y que no hace la humedad de estos días atrás.  Empiezo a contar los balcones en los que aún cuelgan las luces de navidad y cierro los ojos. Podría dormirme porque arrastro mal suelo de noches eternas y porque son las siete de la mañana. No hay pasaje y, aunque dicen que los días empiezan a crecer en este invierno estúpido, aquí sigue siendo noche cerrada.  Me pica la nariz y la mascarilla no ayuda nada. La bajo disimulando, como si estuviera cometiendo una acción atroz y el virus, que campa entre el asiento del conductor y la puerta de trasera, fuera a cogerme a traición. Apenas ha pasado la Navidad sin pena ni gloria, aunque a decir verdad, con un poco más de pena de la que estamos dispuestos a reconocer. Se acerca el final del año y, en una burla repetida mil veces, nos baila de frente con lo que parece la carta de un tiempo futuro que pretende mostrarse brillante y mejor. Pero hemos aprendido que los futuribles se sujetan sobre las alambres trileros de los tiempos inciertos. Los grandes objetivos quedarán aparcados en breve pero aun así jugueteamos con ellos sabiendo que la expectativa carece de fundamento y que solo se alimenta de necesidad. Bostezo con una desgana infinita, tan infinita como la línea de la calzada que engulle el autobús.



domingo, 8 de diciembre de 2019

PETARDEAR





“Cuando a un hombre la vida le resulta tolerable sólo si permanece en la superficie de sí mismo, es natural que se sienta satisfecho obteniendo esa misma superficie de los demás. Tiene que responder pocas demandas y no necesita comprometerse".
Paul Auster




Veo las noticias desde el sofá, con una indolencia absoluta, y el brazo en cabestrillo desde hace tres semanas. Aparece la niña en el televisor, chasco la lengua. ¡Qué pena da todo! Me rasco la cabeza como puedo. Hace un par de horas, Jaime se tapaba los oídos con desesperación, el ruido es demasiado para él. Se activa por la escandalera de una sencilla comida familiar, saltando sin control y golpeando a patada limpia la silla de su prima. Vuelvo a la televisión, la capucha que le tapa la cabeza no es suficiente para protegerla de la exposición a la que está sometida y que, mal que nos pese, no acabará bien. Cierro el televisor y enmudezco las noticias de puro hastío.  No es que no me interese la ecología, ni el cambio climático, ni el maltrato que sufren las mujeres, ni todas esas cosas por las que hoy en día hay que posicionarse, con grandes aspavientos mediáticos, si no se quiere ser tildado de no sé cuantas cosas. La última con la que me han coronaron es la de transfóbica. Es lo que tienen las redes sociales, que se está expuesto a que cualquiera, sin tener ni idea de quién o qué eres, te califique y te señale con el dedo para ponerte en una  falsa evidencia que te importa un carajo. 
Cada vez me importan menos cosas, pero las cosas que me importan me importan mucho. Creo que hace demasiado que vengo repitiéndolo como si se tratara de un mantra, pero ahora ya es una realidad absoluta. Por eso me importa un comino el pensamiento único, los malhumorados, los necios, los bienqueda, la equidistancia y toda esa sarta de productos reciclados que intentan colocarte a la que te descuidas. Por el contrario, algunas cosas me importan mucho, muchísimo, tanto que muchas veces me quitan el sueño. Me importa Jaime, y que crezca feliz; me importa mi madre a la que en plena vejez se le han muerto sus dos mejores amigas dejándola más sola que nunca; me importa mi familia; mi trabajo; mi parcela de intimidad que cultivo con esmero; y mi capacidad para echarme a la espalda lo que nada me aporta y olvidarlo con facilidad. Por eso, sin mayores pretensiones voy a sacar a pasear al perro con los auriculares puestos y Sophie Auster por compañía, y el brazo en cabestrillo, que es lo que se lleva ahora.