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martes, 4 de agosto de 2015

COMO BONNIE AND CLYDE



"Ahora leo; pero es como si escuchara. Porque podría leer todo esto con los ojos cerrados y la boca abierta. Leer con los dientes, masticando la arena que se mete por la boca abierta y tragando el recuerdo exacto de las palabras que es tanto más preciso”.
Rodrigo Fresán



He buscado expresamente el libro de Rodrigo Fresán para poder escribir con exactitud aquellas líneas que un día, no hace demasiado, leí mientras entretenía el tiempo en una librería del centor.
Había abierto el libro sin fijarme por dónde lo hacía. Leí aquellas líneas como podía haber leído cualquier otras. Pero fue ese párrafo y no otro. Lo cerré, pagué y salí de la librería, con el mismo dolor de pies con el había llegado, sólo que ahora me llevaba algo que, si bien aun era desconocido, me parecía que no lo era tanto. Sin esperar a llegar a casa, mientras el autobús brincaba entre los socavones que llenan la ciudad, busqué en el bolso un rotulador y marqué con un asterisco el margen derecho de la página y subrayé, de rojo intenso, el párrafo que hay transcrito un poco más arriba. Una especie de herida abierta. 

Semanas antes me había hecho llegar el extracto de su próximo trabajo. Lo leí y me encantó; lo releí y me pareció extraordinario; lo volví a leer de nuevo y pensé que lo que tenía entre mis manos no debía ser abandonado. Lo dejé en mi mesa a la espera de recibir la siguiente entrega. No llegó nunca.


Hace unos días, ordenando la mesa del estudio mientras intentaba sostener montaña de libros que amurallan su flanco izquierdo para que no se viniera abajo, encontré aquel extracto que casi podía leer con los ojos cerrados. Y lo leí, de nuevo, y fue como si le escuchara. Y curiosamente, mientras releía aquel amago de novela, pensé en Fresán, en aquel texto marcado que coincidió con la llegada de aquello que estaba naciendo. Volví a pensar que me hubiera gustado ser quien, de modo original, escribiera que "leerle era como escucharle". Y pensé que si esa frase hubiera sido mía se la habría regalado, porque no hay nada más preciado que alguien sea capaz de ponernos en marcha y que todo ello quede retratado mediante una combinación única de palabras expresamente escogidas. Pero se me adelantó Fresán y por eso sólo podría regalarle dos líneas copiadas que ojala fueran mías.


miércoles, 8 de octubre de 2014

LARVATUS PRODEO


Ahora leo; pero es como si escuchara.
 Porque podría leer todo esto con los ojos cerrados y la boca abierta. 
Leer con los dientes masticando la arena que se mete por la boca abierta
 y tragando el recuerdo exacto de las palabras que es tanto más preciso.



Quisiera poder decir que la mayor parte de las cosas que nos pasan por el camino son la constatación de nuestra propia trascendencia, pero la verdad es que no es así. La mayoría de las que nos ocurren sirven para más bien poco y son absolutamente insignificantes. Vivimos rápido y digerimos sin masticar la mayor parte de los acontecimientos de nuestra vida. Alguien me dijo que la intrascendencia es una de las mejores cualidades de los hechos que  nos pasan, “no de otra manera podríamos vivir”, apuntó. Y puede que no le faltara razón aunque, para una descreída en filosofías de salón, esa razón se convierta en una media razón, o en un cuarto de razón. Me falta determinación para custodiar la idea de la intrascendencia  absoluta, y aunque la mayoría de nuestras vicisitudes son prescindibles, me cuesta desecharlas aunque no sirvan para nada. Y debe ser por eso que acumulo un buen número de ideas peregrinas que no sirven más que para hacer bulto en mi cabeza y entre mis papeles. Suelo anotarlas con un trazo rápido porque con frecuencia las olvido a la misma velocidad con la que me llegan. Reflexiones en renglones torpes que con el tiempo se convierten en un auténtico galimatías imposible de descifrar, una especie de cementerio imaginativo que se encumbra con alguna cita robada de aquí y de allá. Decía Platón que la vida es un olvido de la idea.  En mi caso, la idea desmadejada, disfrazada, e intrascendente, perdura en una agenda cualquiera y a veces incluso se convierte en la curiosidad de mi vida.