"Por supuesto que es posible amar a un ser humano si no lo conoces demasiado".
Charles Bukowski
Una de las principales diferencias entre una y otra era que
mientras por la primera los medios se mataban por cualquier cosa que versara
sobre ella; cualquier cosa que tocara, hiciera o vistiera, marcaba tendencia en las revistas
del colorín. La otra se encontraba en la primera línea de la mala
leche y de la perversión explícita. Sus
mulos, su culo, sus pechos, se convertían en la mercancía por la que se
desvivían aquellos otros que durante horas bostezaban frente a vasos de whisky
de malta antes de que sus tarjetas de crédito terminaran por engordar la cuenta
de quien, sin remilgos, terminaba insertando la lengua en su ano en una suerte de
final feliz, marca de la casa.
La distancia entre ellas la marcó la suerte. Mientras la una se limpiaba con el dorso de la mano los
restos de polvo por el que se desvivía en los baños de un cinco estrellas
superior; la otra se buscaba una vena entre los dedos de los pies para dejar
de lamer miseria y podredumbre. El final, de una y de otra, iba
a ser el mismo.
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