Para aliviar el calor imagino un día de invierno. Nos hemos
quedado sin electricidad. Dicen que un hidroavión tiene la culpa, aunque si se intenta ir un poco más allá, puede que la culpa no sea de un accidente casual sino
producto de una mala política en materia de energía. Pero hace calor,
demasiado, y los frentes abiertos son tantos que puede que lo mejor sea
olvidarse de las macro decisiones que adoptan otros, y pasar las horas esperando
que corra un poco de aire natural que refresque el ambiente pese a los aerosoles
y la polución. Un soplo de aire sucio que se recibe con la alegría del que sabe
que a poco más puede aspirar. Y aquí, sin televisor, sin aire acondicionado, sin
internet, queda el consuelo del papel que permite viajar a la Patagonia o a Finlandia con la
esperanza de olvidar el ochenta por ciento de humedad relativa que resbala por la espalda
hasta perderse en la soledad de un amor desvencijado. Opto por abanicarme con un suplemento dominical con fecha del mes de enero. La canícula
se esparce arriba y abajo, desmayada. Recuerdo que la última vez que le abracé el
frío me abrió las yemas de los dedos y el aire olía a ceniza. Pero ahora hace calor,
mucho calor, y el cuerpo ansía agua fría, una ducha interminable y un negroni con mucho hielo mientras vuelve la luz.
domingo, 25 de julio de 2021
JULIO EN LA NIEVE
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Lo de el hidroavión fueron las alas de la mariposa.
ResponderEliminarNo lo descartes.
ResponderEliminar