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domingo, 11 de julio de 2021

ESPECULACIONES


 

Él graba un video que cuelga en una red social para que ella, que sabe que le espía a ratos, sepa que se acuerda de ella. No quiere llamarla y tampoco que ella lo haga, solo quiere que sepa que sabe. Ella se lo pone unas cien veces, arrima el aparato al oído intentando despistar el ruido que llega desde el salón. Analiza palabra por palabra, las anota en el reverso de la lista de la compra para después leerlas despacio sin tener que volver a la aplicación. Se va al baño para encerrarse. Allí no hay que dar explicaciones. Enciende la radio y sube el volumen. Con la voz gritona del locutor de radiofórmula, arranca a llorar e hipar hasta que ve su reflejo en el espejo y se siente idiota. Debería parar. Ella ya no es nadie, se deshinchó poco a poco, como un globo de helio. Tira de la cadena y apaga la radio. Abre el grifo, pone la cabeza debajo y ahora los ojos rojos pueden ser cosa del champú. Se acomoda apoyándose en la bañera y se fija en que debería cambiar las toallas y llamar al fontanero para que repare el goteo continuo de la cisterna.  El partido ha llegado a la media parte. No queda cerveza en la nevera y el revuelo, entre chistoso y tosco, le da una excusa.  Se ofrece para salir, traerá unos cuantos botellines y un par de paquetes de panchitos. Antes de salir, se pasa la mano por el cabello mojado, coge el paraguas y coloca el móvil en el bolsillo.



lunes, 7 de junio de 2021

DOS SIN TRES

 



La expresión "No hay dos sin tres" es una de esas mentiras que la gente ha decido creer y elevarla a los altares de los dichos populares porque con ella mantienen la esperanza. Y se colocan en un estado de espera positivo. Pero no hay "dos sin tres" es un salto al vacío del que no se puede aventurar como se va a llegar al suelo. Y porque puede que esa probabilidad del "dos sin tres" no sea más que un regalo envenenado; o una ilusión inexistente. Porque puede ser que, tanto para lo bueno como también para lo malo, haya un tremendo "dos" pero nunca "tres"; o puede que, mientras fundes el "dos" desees que nunca llegue ese "tres" que pesa como el plomo.  Nunca llueve al gusto de todos y en el mundo de las probabilidades personales no hay exactitud en nada y los "dos" no necesariamente llevan al "tres". Debe ser por eso que nos enfadamos y nos reconciliamos dos veces y que, cuando llegó la tercera discusión, ya solo quedó espacio para un mutis por el foro más largo que la media, que dio al traste con la posibilidad de un tercer apaciguamiento. Pero no fue ese silencio impuesto por la soberbia y la gilipollez congénita lo que se cargó la viabilidad de reconducir aquella relación, sino el cansancio y la decepción. Puede que fuera por eso que, cuando a los meses de la segunda discusión llegó la tercera, las ofensas no daban demasiado de sí y el cansancio de tener que volver sobre las explicaciones inexplicables, allanó la distancia y dejó que las palabras quedaran muertas en mitad de la garganta. Hay historias que se fraguan al socaire de tres broncas monumentales, dos reconciliaciones y un silencio tan espeso como necesario. ¡Vaya que sí!




domingo, 30 de mayo de 2021

RIO REVUELTO

 


La separación de poderes es uno de los pilares que parece que el Gobierno quiere derribar. No es una impresión mía sino la de muchos ciudadanos que día a día observamos, desde la impaciencia y la desazón, como sistemáticamente se ataca al poder legislativo, cercenando las facultades de la cámara parlamentaria en la elaboración de normas. Legislar a golpe de Decreto Ley es una anormalidad que no debería producirse, lo mismo que no debe incluirse en una Ley sobre infancia las prerrogativas que benefician a los presos de ETA, por poner un ejemplo. Pero no sólo el poder legislativo sufre el desprecio de un ejecutivo fragmentado que es capaz de mentir hasta el infinito con tal de mantenerse en un poder que solo gestiona para su propia supervivencia. 

El poder judicial sufre de una manera brutal y constante el cuestionamiento y ataque por parte de los miembros del Gobierno que ponen en tela de juicio las decisiones adoptadas en aplicación de la Ley. Esta semana tenemos dos ejemplos claros. El anuncio del indulto gubernamental de los políticos catalanes que están presos por intentar poner en jaque el orden constitucional y, por otro lado, las declaraciones de la Ministra de Igualdad ante el llamamiento del Juzgado para que Juana Rivas cumpla la condena por la sustracción de sus hijos que ha sido dictada y ratificada judicialmente. Andamos en manos de necios, de personajes anclados a la vida política que difícilmente pueden sobrevivir fuera del amparo la vida pública. Son personajes siniestros, con poco bagaje democrático y faltos de conocimientos jurídicos que son incapaces de calibrar, a largo plazo, las consecuencias de su falta de escrúpulos a la hora de dirigir y gestionar un país. Los indultos deben desaparecer de la legislación. Las declaraciones de ministras incultas, mendaces y faltas de toda formación, también. Nos esperan malos tiempos. Tiempos de políticos que creen que la impunidad es consustancial a los puestos que ocupan. Pero se equivocan, sus actuaciones tendrán respuesta en las urnas y en los Tribunales. Los ciudadanos no son idiotas y saben reconocer cuando se les toma el pelo, se les miente y se les ningunea. Y el poder judicial, vapuleado por oscuros intereses partidistas, seguirá en pie, aplicando la Ley porque esa es su obligación, aunque con ello le salga un sarpullido a más de uno de los que hoy, sin vergüenza ni rubor, ocupa butaca y acarrea cartera de cuero.






domingo, 6 de diciembre de 2020

COMERSE UN HÁMSTER

 


«Los seres humanos no desean la inmortalidad. Lo que quieren es, sencillamente, no morir. Quieren vivir (…) Quieren sentir la tierra bajo sus pies y ver las nubes por encima de su cabeza, amar a otras personas, estar con ellas y pensar en ellas.

Diarios de las Estrellas. Stanislaw Lem




Los comercios que resisten se han llenado de luces que contrastan con la oscuridad de una tarde de invierno. La ciudad está triste como un enfermo que no sabe si saldrá de ésta.  Los hoteles del centro están cerrados a cal y canto. En el portal de uno de ellos, cerrado por reformas que nunca verán la luz, un indigente ha montado una exposición de cachivaches que contrastan con el brillo de la joyería de dos números más allá y que la hace más extraordinaria por el baño de realidad que nos entrega entre cartón revuelto y latas de cerveza que forman una monumental columna. Al girar la esquina, otra tienda de la que cuelga el cartel de cerrado y más allá una liquidación por fin de temporada que agoniza antes de un cierre que se ve venir.  Preguntarse a dónde vamos es un tanto absurdo porque ya no sabemos nada. Las cosas han cambiado tan rápido que sobrellevamos la situación como podemos, sin hámsteres a los que ofrecer como un sacrificio a los Dioses con el que evitar que todo se derrumbe. Las cosas van mal y nada augura que vayan a mejorar. Acostumbrarse al gris, a los rostros semiocultos, al temor escondido entre litros de alcohol en gel y poco más, es la nueva normalidad que nos ha tocado en suerte. Y ojalá que podamos mantenerla si lo contrario supone convertirse en menos que cero, nada sobre nada. En estas fechas, parece que vamos sobrados de realidad y una suerte de espejismo nos hace olvidar que llevamos nueve meses de calamidad y cenizas. Vamos de cabeza a una tercera oleada de coronavirus y lo bucólico y engolado de la navidad va ganando la partida mientras el aire huele a formol, desinfectante y ausencias que duelen.




sábado, 10 de junio de 2017

CARCASAS


Parece consternado, deshecho por la noticia. 
¿Por qué iba a importarle tanto ahora, 
después de todo estos años de silencio?

Paul Auster





Quizá cuando dijiste que era tarde, que había anochecido demasiado pronto, en realidad, aunque tal vez no lo supieras, te estabas despidiendo. Sobre la mesa dormían unas cuantas copas de vino que nadie había retirado y en el poso flotaban los restos de la ceniza de un cigarrillo que se consumió horas antes. Asomado a la terraza, observando los camiones recogiendo los escombros del día, alguien dijo que sus ojos contemplaban la más extraña de las metáforas.
El tiempo ha sido generoso pero nos ha convertido en la sombra de lo que años atrás pensábamos ser. Somos restos, algo parecido a la carcasa del sofá chusco que los operarios lanzan dentro de la caja del camión. No es una metáfora, es la realidad de la que nos escondemos siempre tarde, siempre mal. Dijiste que tu cuerpo se había transformado en una sepultura como cualquier otra, pero nadie te creyó y a veces pienso, que ni siquiera tú mismo lo creías. La ví contemplar tu pelo cano, tus manos encallecidas y tus pies hinchados, intentando buscar algo que confirmara tu teoría de la autodestrucción a la que había derivado la conversación. ¡Hay que joderse con la vida! Lo pensé y sé que lo pensaste también, como sé que lo guardaste para ti, como aquel otro cuento sobre que toda historia tiene cuatro esquinas, tres esquinas muertas y la cuarta, desde el inicio de los tiempos, no es más que en una vía de escape, la que utilizan los tristes para sentarse a dormitar. Nadie entendió nada y el silencio se convirtió en el incómodo invitado de una velada tan absurda como inoportuna. No nos volvimos a ver.


miércoles, 1 de junio de 2016

¡FASCISTA! Y TÚ MÁS

Nunca trates de enseñar a un cerdo a cantar. 
Perderás tu tiempo y fastidiarás al cerdo




Cuando la mañana se presenta plácida y nos regala tiempo, leer la prensa es uno de los mejores ejercicios para convertirse en un absoluto descreído en la información que transmiten. Siempre me pregunto, si los hechos son hechos, y no opinión, ¿Cómo es posible que las versiones de unos y otros sean como el día y la noche? La realidad, objetiva, es que andamos en plena ebullición en la que lo alegal o lo ilegal deja de serlo porque se reviste de discursos que intentan legitimarlos bajo idearios disfrazados  que se llaman progresistas y, bajo ese manto, estamos justificando comportamientos y actitudes que deberían espeluznarnos. La palabra “fascista” recorre todo el arco parlamentario, arrojada contra el contrario como un insulto que lo invalida absolutamente todo y da carta de naturaleza a maneras que son absolutamente intolerables en una democracia.

El barrio de Gracia se quema al atardecer. La excusa, esta vez, el mal llamado “banco expropiado”. La historia es la de siempre, solo que esta vez retorcida hasta el tuétano para que unos pocos acaben enarbolando la bandera de una libertad que ellos se dedican a machacar en cuanto pueden, porque la libertad es la suya pero no la del vecino de al lado. En el caso de marras, el tema tiene enjundia, el local ocupado es de propiedad privada, no es propiedad pública, ni siquiera de ningún banco (lo que tampoco legitimaría en absoluto la ocupación); y es ocupado por unos cuantos que desprecian la propiedad privada, siempre que sea la de otro, claro. Y los que mandan, para evitar que les exploten las calles como ocurrió hace ya un año en Can Vies, se avienen, con una decisión que roza lo delictivo, a abonar un alquiler que pagamos entre todos los contribuyentes y que disfrutan unos pocos que por decisión propia andan al margen de las obligaciones que todos tenemos. Al final, como no puede ser de otro modo, el Ayuntamiento decide dejar de pagar aquel arrendamiento y el propietario, un particular, recuperar por vías legales su local, porque para eso es suyo. Y aquí empieza la quema de contenedores, de vehículos, la rotura de escaparates, los negocios paralizados, las carreras por las calles y el cuestionar la intervención de la policía que debe frenar la violencia de unos cuantos que se creen por encima de la ley. Y los políticos, los que mandan, no solo no condenan la violencia de aquellos que sin legitimación alguna revuelven la vida de un vecindario hasta convertirla en mierda, sino que deslegitiman, dejando a los pies de los caballos, no solo a quienes intentan devolver las cosas al lugar que corresponde sino a todo el resto de ciudadanos que cumple con sus obligaciones y respeta a los demás, incluidos a los que nos convierten la vida en un infierno.

Hace ya algunos años unas cuantas personas nos organizamos en una asociación que gestionaba proyectos encaminados a promover políticas de igualdad. Tuvimos que buscar un local, que se nos cedió por un particular porque el consistorio no disponía de espacio, con Hacienda y las míseras subvenciones que se recibían para hacer frente a cuatro cosas, la vida se convertía en un pesado caminar. Aquel proyecto cerró pese a su espectacular acogida en un barrio de los llamados periféricos. Pero claro, éramos unos cuantos organizados que dedicábamos nuestro tiempo, conocimiento y dinero a un fin común, pero nunca okupamos ni quemamos nada, ni hicimos escrache alguno contra nadie Quizá ese fue el principio del final.

Llevamos meses, años, tolerando la extorsión de algunos colectivos que no merecen absolutamente nada, ni siquiera el respeto que aún les mostramos. Vamos mal, hace mucho que vamos mal y lo que nos espera no es mucho mejor, aunque eso depende del periódico que se lea, la radio que se escuche o el telenoticias que se vea, claro.


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domingo, 12 de abril de 2015

IMBORRABLE


La vitalidad se revela no solamente en la capacidad de persistir sino en la de volver a empezar.
Francis Scott Fitzgerald



Recibir la noticia del suicidio de alguien cercano es una de las más impactantes que se pueden recibir. Con la noticia, y el inicial desconcierto, se inician toda una serie de preguntas que pocas veces obtendrán respuestas. El vacío y el sentimiento de culpa campa a sus anchas y la sensación de que tal vez algo más se pudo hacer quedan suspendidos en el aire transformándolo en algo denso, pegajoso y casi irrespirable.  Un diagnóstico médico no consuela, sino todo lo contrario. Los problemas de los demás acostumbran a parecer manejables cuando es otro el que los sostiene, y es así porque el escenario en el que ese tercero se mueve casi siempre está trucado por la distancia. Por eso, aunque se le de mil vueltas a aquellas frases pronunciadas en los últimos tiempos;  aunque se intente desgranar cada segundo compartido buscando alguna señal secreta (que nunca aparece) que de algún sentido al desenlace, nada explica la tragedia que queda para aquel que sigue viviendo, estupefacto, a veces inconsciente, el derrumbe personal de otro. Porque la desventura no es para quien se quita la vida (a esa ya le puso un fin premeditado su propietario), sino para todos aquellos que quedan dando vueltas a un final que casi siempre se muestra incomprensible e imborrable.









domingo, 1 de marzo de 2015

ATASCAGARGANTAS


Pasaron dos o tres días con sus noches; 
creo que podría decir que pasaron nadando,
 que se deslizaron, callados, serenos, hermosos. 
Así pasábamos el tiempo: 
allá abajo el río era monstruosamente grande...



Hablar de la fugacidad del tiempo es una obviedad, pero lo que es cierto es que a veces se nos olvida lo corto que es todo. Es culpa de los atascagargantas del día a día que nos ocupan la mayor parte de la vida Nos consolamos pensando en que llegará el mañana y que entonces, con las cosas en calma y orden, podremos dedicar el tiempo a todo aquello que dejamos en espera porque ya no podemos seguir arrancándole horas al día. Llegará un momento en que los proyectos dejarán de quedarse en eso, proyectos que engulle el tiempo y los tritura hasta hacerlos desaparecer.  

Entre las pilas de las “cosas interesantes” que guardo sobre la mesa, encuentro algunas notas empezadas y nunca terminadas, artículos subrayados pendientes de volver a leer, anotaciones de libros, circuitos de imaginados viajes pendientes y folletos de comida china. Leo la noticia de un tipo que se voló la tapa de los sesos, dejó una nota que nadie fue capaz de descifrar. Arrugo el periódico, lo lanzo hacía la papelera, aterriza junto al zapatero y ahí se va a quedar.

Los domingos son un paréntesis que congela la cotidianidad del resto de la semana y que nos hace soñar con ese tiempo que está por llegar, días en los que volveremos a ser libres, en que ya no necesitaremos imaginar otros mañanas porque esos mañanas ya los tendremos al alcance de las manos. Momentos en los que volverás a hacer lo que quieras sin necesidad de malgastarse en sucedáneos que no saben a nada. 




martes, 24 de junio de 2014

LA MAGDALENA DE PROUST


Como un camino en otoño: tan pronto como se barre, vuelve a cubrirse de hojas secas.
Franz Kafka


Caminar por las calles del pasado donde existieron cafés, algunas casas bajas y locales sobre las que descansaba la diferencia del paisaje monotemático de las grandes ciudades, que visten todas igual, en una mal entendida globalización estética, y descubrir que solo existen huecos vallados, respiraderos urbanos junto a edificios enfermos de monotonía, convierten el paseo en la constatación de la muerte no solo de aquellos espacios singulares, sino del desmayo imperecedero de mañanas originales que estaban por llegar.
Quisimos un futuro ilusionado y entusiasta, esperábamos el máximo de lo que estaba por llegar y nos cubríamos bajo la frisa basta de una esperanza comodona. Lo quisimos todos y, en esa querencia querida, miles de fantasmas rondaban y hoy  viven guarecidos entre las ruinas de aquellos edificios que ya no existen y entre nuestros propios restos.
Y a cada adoquín desencajado, un enfermo de soledad más, un gramo menos de levedad y el tiempo que acumula el peso de enormes cadenas mientras el paisaje se vacía convirtiéndose en liviana nada.


domingo, 27 de abril de 2014

DE LO IMPOSIBLE


"La fortuna se cansa de llevar siempre a un
 mismo hombre sobre las espaldas".


Ante determinados sucesos en la vida de alguien, el resto nos creemos en la obligación, en la necesidad o en la voluntad, de tener que decir alguna cosa, de intentar colocarnos cerca de aquel que se encuentra hecho trizas, devastado por los acontecimientos. En ese querer y necesitar decir alguna cosa, tiramos de frase hechas, de muletillas, que son mera cortesía que dejan tibio a quien las pronuncia y tremendamente frío a quien las escucha. Pero los seres humanos somos así, tenemos nuestras limitaciones y un saco de buenas intenciones que en ocasiones están de más, aunque nos cueste reconocerlo, e intentamos hacerlo lo mejor que podemos, lo mejor que sabemos, aunque equivocándonos mucho.

Existen momentos en los que la vida se ceba con el que tiene enfrente y le muestra los dientes para que no olvide que es ella quien manda, quien marca los tempos, quien distribuye a su albedrío las más terribles de las adversidades. Ante esa crueldad inexplicable, salvaje, enmudecemos como si nos hubieran arrancado las cuerdas vocales, y de esa manera el interior que quema no tenga una triste línea de vida a la que sujetarse y salir al exterior aunque sea en forma de lamento.

Estos días, la mala suerte, la desgracia, ha clavado los colmillos en personas cercanas y en otras que no lo son tanto. El mundo se ha convertido en un lugar sombrío. El consuelo no cabe, aunque los gestos ajenos lo intenten. La cercanía de una mano tibia sobre otra que yace fría acunándose sobre un regazo que se sabe solo por toda una eternidad, cuando es posible; en otros, el gesto ni siquiera es posible y solo cabe el deseo de que el tiempo atempere un dolor terrible que se sabe de antemano que no desaparecerá nunca, pero con el que se aprende a convivir, porque no cabe otra, y porque de un modo tozudo, quizá más humano que nada, se clavará en el hígado, no se desvanecerá jamás, para recordarnos que es ella, la vida, la que manda. Y porque manda, con un silencio quedo, las palabras a veces sobran. 

Cuando la vida te zarandea utilizando a los que se quiere, una palabra de menos es siempre más, y son los gestos, esos que se cuelan en la retina dolorida, los que nos sostienen como si fueran líneas de vida que nos anclan a ella, a la vida deliciosa y terrible a la vez.


miércoles, 23 de abril de 2014

ALGO QUE NO INVITA A LA LÓGICA


"Después de todo, ironizar es ausentarse."


He sabido que esta tarde de sol, rosas y libros, Enrique Vila-Matas firmará ejemplares de sus novelas en los tenderetes de un gran centro comercial. Alguien que sabe de mi mística devoción por el escritor barcelonés me telefonea para ofrecerse a acompañarme al evento, por si quiero que me rubrique alguno de sus libros, o para ver si de una vez, formalizo esa petición de matrimonio que llevo años jurando y perjurando que le haré, hincando mi rodilla en el suelo y desplegando un discurso que llevaré escrito en un billete de autobús en cuanto tenga oportunidad para ello.
Unas risas después, declino el ofrecimiento. No quiero ir a ver a Vila-Matas, ni que me firme ningún ejemplar de ninguna de sus novelas, ni tampoco quiero formularle mi petición de matrimonio, no al menos en las condiciones meteorológicas en la que nos encontramos. Puede que lo haga cuando descienda el calor de esta primavera rebelde, o cuando la prima de riesgo vuelva a desquiciarnos a todos, a la que suscribe incluida, o cuando llueva hacia arriba.

La ciudad bulle, es una fiesta, y Vila-Matas algo que no invita a la lógica.  Mi patológica adicción a lo suyo es muy mía y por eso, porque es patológica y mía, dejo que campe por libre y como le de la gana. Y en ese hacer lo que le sale del mismo arco de triunfo, mi patología opta voluntaria y tozudamente por no arrimarse a ningún quiosco en el que exista la más mínima posibilidad de darse de bruces con él.

La mejor cosa que tengo de cada uno de los escritores a los que profeso algún tipo de admiración (entre ellos el ínclito autor), son sus libros y la libertad, mi propia libertad, de imaginarles la personalidad que me venga a la medida, que me encaje (para gusto o disgusto) con lo que leo, con lo que rumio, o con lo que en cada momento me de la real gana; incluso, la libertad de ignorarles totalmente y quedarme únicamente con lo que escriben. Esta y no otra es la gracia de la cosa, de mi cosa, por eso sería casi milagroso que alguien me encontrara guardando cola para que nadie me firme nada. Mi curiosidad, por ahora, va mucho más allá de una rúbrica, y una, que también es muy suya, o toca material con fuste y a fondo o prefiere quedarse en su propia inopia.