Estas líneas rebosan tristeza. Lo que ama no le corresponde.
TEJU COLE, Cosas conocidas y extrañas
Intenta dar una vuelta alrededor del centro y sólo encontrarás turistas que buscan gangas, falsificaciones de marcas y ropa que se
vende en los mismos países de los que vienen. No hay nada nuevo. La misma
camisa, el mismo pantalón, la misma etiqueta globalizada y la misma sensación
de estrechez de miras que el viajar no ha ensanchado en nada. Tú misma lo has sentido por ahí, en Varsovia viste en un
escaparate los mismos pantalones que vestías y que habías comprado a miles de
kilómetros de distancia dos años antes. A veces somos tan tontos como esos
tipos que ahora mismo hacen grandes aspavientos frente a los escaparates de una
tienda, que se repite a lo largo de todo el mundo, y no queremos verlo. La tontería es patrimonio universal de la humanidad, un rasgo que nos define aunque nos neguemos a aceptarlo sin ofrecer cierta estúpida resistencia. Porque el
mundo ya no es mundo, ya no se concibe como aquella idea romántica, aventurera, que se escondía tras la idea de que más
allá de nuestras fronteras había un algo casi inalcanzable que, por diferente, nos atraía de una manera poderosa. Pero al otro lado ya no queda nada distinto,
es todo tan igual que si te despistas, aunque estés lejos de casa, siempre
tienes la sensación de que llegarás a una plaza conocida, que girarás en la
próxima esquina y que aquel café internacional rotulado en un idioma que no es
el tuyo, es el mismo en el que cada tarde, al salir de trabajar, pides un
capuccino para llevar. Quiero pensar que esta inmensa desgracia que lo ha
igualado todo puede que esconda algún tipo de grandeza que yo aún no reconozco.
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