-Soy muy feliz, Dev, ¿por qué no me dejas ser feliz?
-Nadie te lo impide.
-¿Por qué no le das a ese cerebro de policía un descanso? Cada vez que te miro veo en tus ojos "Estafador una vez, estafador para siempre". Vamos, puedes coger mi mano, no te haré chantaje por eso. ¿Asustado?
-Siempre me han asustado las mujeres, pero lo supero.
-Y ahora tienes miedo de ti mismo. Tienes miedo de enamorarte de mi.
-No sería difícil.
-Ten cuidado, ten cuidado.
-Te gusta burlarte de mí, ¿no?
-No, Dev. Me río de mi misma. Intento ser una niña buena y mimada, con el corazón lleno de flores y mariposas.
-Bonito sueño.
Notorius - Alfred Hitchcock
Cuenta
las veces que ha suena el teléfono. Una vez más y saltará el buzón, y después
escuchará el mensaje sin que el mensajero lo sepa. Cada vez coge menos
llamadas. Dice que el contestador es la coartada perfecta para librarse de todo
aquello que molesta o simplemente no interesa. Basta con excusarse con un “no
lo escuche”, “lo oí tarde”, seguido de un compungido, "lo siento" más vacío que
el ojo de un tuerto. No es cuestión de egoísmo, se justifica frente a su mujer, sino de cuidarse un poco y evitar
las molestas conversaciones que pocas veces llevan a nada. Hoy también ha dejado
saltar el buzón, pero en cuanto aparece
el símbolo de mensaje pendiente coge el aparato sin dejar que se apague la luz. Va a pulsar la contraseña, pero primero mira a un lado y a otro, no quiere que su mujer le acuse, repitiendo el mismo sermón de
siempre, que su indiferencia es fingida, que solo se hace el interesante y que
un día tendrán una desgracia y se enterarán tarde y mal. Pero él tiene el
discurso aprendido y sin apenas darse cuenta, en cuanto la escucha, se le
escapa por la boca un ¡Qué más dará! Para cuadrarse ante las desventuras
siempre hay tiempo. Sin perder de vista el final del pasillo que lleva a la
cocina, pulsa la contraseña. Una decepción más, la compañía del gas quiere
concertar una visita para revisar la instalación. La trascendencia de las
llamadas que se esperan se muere poco a poco a fuerza de indiferencia y del bulto
de lo previsible. Deja el teléfono sobre la mesilla, bloqueado pero siempre
cerca. Vertical de seis letras, engreído sin fundamento para ello: I— - o - a.
Hoy pondrá la mesa para cenar ante de que se lo reclame Carmen desde el otro
extremo del pasillo. Habrá que cenar.
Sí, hay cosas que parecen respuestas del otro mundo.
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