"Estaba tan cansada que me entró la risa, con lo que se enojó aún más. Violación estatutaria. Me asaltan visiones de Pigmalión o algún italiano violando la Pietà.
LUCIA BERLIN, A ver esa sonrisa
La primera luz se cuela por el estor de la habitación.
Llevas un tiempo con los ojos abiertos, no puedes dormir pero necesitas
descansar y te esfuerzas por mantenerte en la cama, por no moverte demasiado y
esperar a que con un poco de suerte, aunque sea por un rato corto, puedas volver a
conciliar el sueño y que el domingo sea un domingo de verdad, desde primera
hora. Pero van pasando los minutos, que no sabes si son muchos o pocos, y
sigues esperando. Esperando y desesperando pero en la cama, con la colcha cubriéndote
hasta el mentón y la mano sujetándola fuerte para que se mantenga ahí. Todo se mueve despacio. Desde la cama el futuro es inmediato y sin
ninguna expectativa. Cierras los ojos y aflojas la respiración, imitando el dormir
inicial, pero sabes que es mentira y la cabeza se te va, vuela sola hacia las
cosas del día a día, y te das cuenta de eso, de lo poco que queda en la
imaginación y de las escasa ganas que te quedan de tocarte aunque sea solo por reconocerte el cuerpo. Te preguntas en qué momento la rutina se comió el mundo de las
ideas y cuándo se empezaron a borrar las cuatro cosas que servían para escapar
sin mover un dedo. Miras el reloj y sigues con los ojos el filo de luz que ahora ya atraviesa
el cuarto. Alguien
olvidó quitar la alarma al despertador, aunque no sabes si es en el segundo o tal vez en el tercero. Una cisterna se vacía al ritmo de una tos bronca. Quedan muy pocos domingos de verdad para nadie.
Los domingos por la mañana, si no puedes volver a dormirte, son de una extraña desazón, no sé por qué motivo.
ResponderEliminarEs verdad, son extraños.
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