Niña querida:
Acabo de leer tu dulce carta y no sabes lo contento que me he puesto al recibirla, pues me siento terriblemente solo y triste. ¿Por qué me dices que no sabías si la iba a aceptar o no?
Cartas de Clyde a Bonnie
19 de abril de 1930. Waco, Texas
Ayer
me enteré que un tipo al que conocí hace ya muchos años acaba de publicar un nuevo
libro. Al leer el título con el que lo ha bautizado, lo he reconocido. Cuando
dejé de saber de él, esa novela llevaba años gestándose y los borradores iban
e mano en mano entre los conocidos. Eran tan públicos que siempre pensé que el día que, de manera
definitiva, pariera aquel libro, si algún día llegaba a hacerlo, tendría muy
poco de novedad porque apenas quedaría nadie que no hubiera leído lo que llevaba años
construyendo y destruyendo con el mismo empeño.
Actualmente, es un escritor conocido, y aunque no he leído nada de lo que ha ido publicando en los últimos
años, creo que esta vez compraré un ejemplar. Hacerle un poco más rico de lo
que ya lo es no me importa. Pero debo reconocer que tengo curiosidad por saber si
entre las líneas que ahora publica aun se le reconoce y si aquel proyecto se ha visto muy modificado por
el paso del tiempo, que no ha sido poco. Puede que mi curiosidad sea un
experimento para mí misma, sobre si leo de la misma manera tantos años después. Puede que incluso me divierta intentando averiguar hasta qué punto esa
tendencia al mal humor, con el que se vadeaba mientras la escribía, se ha
corregido o si por el contrario se le ha convertido en la marca de la casa, como
nos ocurre al resto de los mortales con algunas cosas.
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