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martes, 8 de enero de 2019

SALA DE ESPERA


¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos? 
 Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable. 
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella, 
como Rimbaud y Verlaine.

Luís Cernuda






Estábamos en la sala de espera unas veinte personas. Supongo que no más de cinco o seis pacientes, quizás alguno más, y el resto acompañantes. Hay gente que cuando van a un hospital lo hace como si fuera de romería, sin tener en cuenta que ni el lugar lo requiere ni el estado de los pacientes lo aconseja. Pero a la gente le da igual. La sala de espera, por diminuta que sea, se convierte en una especie de barra de bar en la que las conversaciones pasan casi siempre por la infinidad de pruebas por las que pasan unos y otros que esperan con paciencia que les den un soplo de esperanza. Me desespera esa francachela, un tanto nerviosa, que se fragua entre familiares que muchas veces no saben cómo matar el tiempo, la angustia o incluso el hartazgo. Mi madre me mira como si estuviera en otro mundo, como si todas esas voces la perturbaran mientras piensa en las pocas ganas que tiene de que le den, de nuevo, la vuelta como a un calcetín. Mira al fondo y con un gesto de la cabeza me señala las habitaciones en las que ella ya estuvo hace algunos meses y alza los ojos mirando al cielo en un gesto de desganan. La llaman y entra sola. Es lo que toca. Me quedo con su abrigo, su bolso y la veo alejarse por el pasillo, un poco renqueante, apoyando el bastón con fuerza. ¿En qué momento empezó a esa leve cojera que se hace tan evidente en momentos como éste? El pasillo es solo un corredor que la lleva, una vez más, a lo desconocido, a lo incierto. Un tubo aséptico del que prefiero pensar que es como el túnel del lavado al que llevo el coche. Espero que me la devuelvan impoluta, con ese balancear de cuerpo que ahora la acompaña siempre y que camino a casa nos tomemos un café mientras me dice que me calle ya, que le duele la cabeza de escucharme.








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domingo, 23 de septiembre de 2018

LA BOLSA DE LA COMPRA



Leve es la parte de la vida 
Que como dioses rescatan los poetas. 
El odio y destrucción perduran siempre 
Sordamente en la entraña 


Luís Cernuda





Cada vez se acostaban menos pero las veces que lo hacía casi siempre eran de una manera  concertada, aunque sin decirlo, sin palabras expresas, utilizando gestos, frases que sin decir decían. Con la sábana aun fría cubrían el pudor y era algo extraño, después de tantos años. Se habían visto desnudos cientos de veces, pero se cubrían con un recato incomprensible. Hacían el amor desde la distancia, sin que ni uno ni otro estuviera allí. Él rebuscaba en su cabeza imágenes sugerentes que veía por ahí y le ayudaban a mantener los escasos minutos que duraría aquella coreografía mil veces repetida. Ella se entretenía en un pasado distinto y pensaba en cien cosas a la vez. Se abrazaban y en ese abrazo desmayado el cuerpo se le transformaba dejándola, por un momento, colgada de sí misma. Era cuestión de unos pocos minutos que todo terminara y con la habitación en una penumbra, continuaran su historia de idas y venidas, de listas de compras que se reproducen cada día, de reuniones escolares y vacaciones que no llegaban nunca. Durante semanas fingían normalidad en un proyecto infinito en el que ninguno de los dos estaba seguro si creían. Pasaban los meses mezclando la resignación con las ganas, el amor con el descontento y los días cayendo en un saco que remendaban como podían, con torpeza, y esperando algo que ninguno de los dos sabían lo que era.



lunes, 25 de septiembre de 2017

STELLA BY STARLIGHT


La imprecisión es el infierno conocido.
Luís Rosales




Los días han ido perdiendo holgura. Algo me dice que debo mirar de otra manera, esperar que el tiempo vuelva a transcurrir despacio, buscar entre tu aliento y mis ganas para dejar que el tiempo mismo se vuelva amplio; que mis manos vuelvan sobre las tuyas y encuentren la palabra adecuada para perderse y dejar de copiar, de modo absurdo, la vida de otros.



domingo, 30 de abril de 2017

PLUSCUAMPERFECTO


                   

                     
Donde habite el olvido, 
En los vastos jardines sin aurora; 
Donde yo sólo sea 
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
                                   
                                  Luis Cernuda





Quiero contarte algo que nunca has oído. No es nada nuevo. Una historia pasada que vuelve hoy, un día trufado de rutinas y de palabras mudas. Solo es una historia de amor, de amor casi pluscuamperfecto que recorrió centímetro a centímetro mi piel, mis venas y mis neuronas hasta convertirlas en parte de lo que soy. Había aplazado durante años la decisión de tu existencia. Me envenené para frenar cualquier posibilidad que significara que a partir de cualquier momento íbamos a ser multitud. Pero un día te descubrí en blanco y negro, confundido entre dolores corrientes. Una imagen tan difusa, y tan significativa a la vez, que daba miedo.  Tus ojos, que podrían ser los míos o tal vez los de otro, o tal vez los de nadie más que los tuyos mismos. Por eso el día que llegaste, mientras saludabas a la vida sobre mi vientre aun hinchado, busqué tus ojos. Asomarme en ti para descubrirme a mí, que hasta entonces no habías sido más que el porcentaje fallido de una química absoluta, excedía de una simple aventura. Pero ahí estabas, sin parecerte a nadie, desprendiendo vida a golpe de inspiraciones diminutas que crecieron hasta convertirse en el sonido imprescindible de la mía. ¿Puede algo, nacido de un traspié, transformarse en perfecto? La ciencia no entiende de filosofías. Nunca supe qué pudo pasar para que la vida decidiera apearte cuando aún no sabía atarte los cordones de las zapatillas. Pero debes saber que lo mío, contigo, fue una verdadera historia de amor. Un amor casi perfecto, un amor de ojos negros y profundos que aun hoy, tanto tiempo después, vagabundea mansamente  entre  mis venas sin perderse nunca.


viernes, 4 de septiembre de 2015

DIARIO 2.0




¿Mi tierra? Mi tierra eres tu 
¿Mi gente? Mi gente eres tú...
Luis Cernuda



I. Días de carnaza que remueve la conciencia lo que dura un telediario. Es la consagración del poder de la imagen. Cuatro años de conflicto no son nada. Lo que no se ve no existe. Ya lo dice el refranero español "Ojos que no ven, corazón que no siente".

II. Ancianos convertidos en kamikaces urbanos comidos por la artrosis a los que el rojo no intimida, ni el del disco al que desafían, ni el de la sangre del rasguño que les devuelve el asfalto. 

III. Echar de menos siempre tiene algo de más. La belleza reside en su cabeza.

IV. Hay amores y humores. Que no falte la suma de ambos, y el segundo en todo caso.







lunes, 6 de febrero de 2012

SURPRISE


- ¿Puedes escoger entre susto o muerte?
- Ni susto, ni muerte.
- ¿Entonces?
- Sorpresa   
- ¿Sorpresa?
 - Sí, como cuando se desenvuelve un caramelo sin más, y este se queda pegado a una tarjeta de visita que creías perdida.


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"Donde habite el olvido,
En los vastos jardines sin aurora;
Donde yo sólo sea
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.

Donde mi nombre deje
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
Donde el deseo no exista.

En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero
En mi pecho su ala,
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.

Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
Sometiendo a otra vida su vida,
Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.

Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido".
   
                                                                                                                   Luís Cernuda.

miércoles, 18 de enero de 2012

HOY SÓLO ESCRIBO: TE EXTRAÑO (2.0)


Paso el dedo por el cristal llevándome el rastro de tu último aliento.

Con el frío de la tarde y el vaho en la ventana, jugamos a escribir los últimos deseos (tú, yo, hoy). Pero es tan frágil la consistencia de un aliento que el calor del índice ha diluido cualquier atisbo de realidad y permanencia. 
Hoy, sólo escribo "te extraño".

¿Mi tierra?
Mi tierra eres tú.
¿Mi gente?
Mi gente eres tú.
El destierro y la muerte
para mi están adonde
no estés tú. 
                                                               Luis Cernuda


Ray LaMontagne - Until the sun turns black