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lunes, 17 de enero de 2022

SURFEAR

 



Pues tenía que llegar y llegó. Hemos resistido como se ha podido, pero la sexta ola ha sido imposible de sortear. Hoy es el primer día, después de una larga semana en que me he sentido capaz de sentarme ante el ordenador y teclear un poco. Nada extraordinario. Me fatigo y la tos, todo y que ya no es la que era, me deja la cabeza bastante maltrecha. No quiero quejarme. Mi mal pasará y me recuperaré en breve. Estoy segura. Estos días, en la soledad en la que uno finalmente se encuentra, pensaba en la enorme suerte que he tenido en que la enfermedad me llegara en este momento y no hace dos años. En la suerte de las dos vacunas que llevo encima. En la suerte de que la variante que me ha invadido, de la que ignoro su nombre, haya sido lo suficientemente benévola como para dejarme tirada sin capacidad alguna durante una semana, pero nada más. Otros muchos, algunos ya cercanos, no pueden decir lo mismo. Siempre deseé disponer de unos días libres sin preocupaciones. Poder levantarme tarde, desayunar tranquilamente y vaguear. Días para quedarme en casa porque es la mía y apenas estoy en ella. Pero este confinamiento no tiene nada que ver con todo eso. El tiempo pasa despacio sin que sea capaz de hacer absolutamente nada. Todo pasará y volveré a desear tener unos días libres, para leer, para quedarme en mi casa mirando, entonces sí, las musarañas que invento. El Covid no es una broma, cuídense.




miércoles, 5 de septiembre de 2018

NATURALMENTE



"Así es como se devora a una ballena, Doug. De un solo mordisco".
  Frank Underwood





Nos decidimos a salir del hotel y dar una vuelta por el centro para aprovechar las pocas horas de luz que quedaban. Apenas llevábamos unas horas en aquella ciudad pero tenía la sensación de haber estado allí en otras ocasiones. No la conocíamos de nada, de hecho íbamos por trabajo,  pero la impresión de caminar por calles y plazas conocidas avanzaba con cada paso que íbamos dando. Quizá sea porque con los años una ha estado en demasiados sitios y, al final, todas las ciudades europeas se parecen un poco.O puede que sea por la edad, que provoca que todo se nuble un poco y se acabe mezclando hasta componer un collage en el que es difícil discernir el origen de cada imagen. Nos paramos en un café buscando matar el tiempo y nos sentamos en la terraza para ver pasar la gente. Pasean igual que nosotros, corren igual que nosotros. Vi a unas cuantas personas apostados en la parada del tranvía que le tenía que llevar a sus casa. Las ciudades se parecen todas, las personas y las ilusiones también.