Pues tenía que llegar y llegó. Hemos resistido como se ha
podido, pero la sexta ola ha sido imposible de sortear. Hoy es el primer día,
después de una larga semana en que me he sentido capaz de sentarme ante el
ordenador y teclear un poco. Nada extraordinario. Me fatigo y la tos, todo y
que ya no es la que era, me deja la cabeza bastante maltrecha. No quiero
quejarme. Mi mal pasará y me recuperaré en breve. Estoy segura. Estos días, en
la soledad en la que uno finalmente se encuentra, pensaba en la enorme suerte
que he tenido en que la enfermedad me llegara en este momento y no hace dos
años. En la suerte de las dos vacunas que llevo encima. En la suerte de que la variante que me ha invadido, de la que ignoro su
nombre, haya sido lo suficientemente benévola como para dejarme tirada sin
capacidad alguna durante una semana, pero nada más. Otros muchos, algunos ya
cercanos, no pueden decir lo mismo. Siempre deseé disponer de unos días libres
sin preocupaciones. Poder levantarme tarde, desayunar tranquilamente y vaguear.
Días para quedarme en casa porque es la mía y apenas estoy en ella. Pero este
confinamiento no tiene nada que ver con todo eso. El tiempo pasa despacio sin
que sea capaz de hacer absolutamente nada. Todo pasará y volveré a desear tener
unos días libres, para leer, para quedarme en mi casa mirando, entonces sí, las
musarañas que invento. El Covid no es una broma, cuídense.
Extraña experiencia, Anita. Deseo que te mejores y que todo vaya bien. Un abrazo grande.
ResponderEliminarMuchas gracias Kenit. Es una situación ciertamente extraña. Un abrazo fuerte. Anita Noire.
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