Está perdido en un mar de desconcierto. Camina, no sabe donde va, limitándose a seguir la línea recta. Intuye que su mundo se derrumba y no sabe donde eso le llevará, pues su lacerante pensamiento no le permite ver más allá de los cuatro próximos pasos. Siente miedo y está sólo, no hay más compañía que la de su propio yo. Tiene que caminar, no puede parar, si por un segundo creyera que su próxima parada no es la que pensó, quedaría paralizado y a merced en un mundo de locura que, en ocasiones, presiente ya roza. Desdoblado en si mismo, con el peso de la duda, con la decisión de no salirse de la línea de una vida que hace ya tiempo perdió el lustre que en su día tuvo. No mirar los margenes del camino, no sentir lo que en realidad siente, pasar por encima de quien se le cruce por la vereda sin dudar en aplastar bajo el peso de su bota cualquier atisbo de duda que ese encuentro le produzca. Pero siempre llega la noche y es entonces, mientras su cabeza reposa intentando mantenerse ajena a lo que su inscosciente le grita, en plena duermevela, siente el calor de un voz que apenas instalada en su oido le susurra que la vida es algo más que todo eso.
martes, 8 de diciembre de 2009
LA VIDA, A VECES, SE CONVIERTE EN UN SUSURRO
Está perdido en un mar de desconcierto. Camina, no sabe donde va, limitándose a seguir la línea recta. Intuye que su mundo se derrumba y no sabe donde eso le llevará, pues su lacerante pensamiento no le permite ver más allá de los cuatro próximos pasos. Siente miedo y está sólo, no hay más compañía que la de su propio yo. Tiene que caminar, no puede parar, si por un segundo creyera que su próxima parada no es la que pensó, quedaría paralizado y a merced en un mundo de locura que, en ocasiones, presiente ya roza. Desdoblado en si mismo, con el peso de la duda, con la decisión de no salirse de la línea de una vida que hace ya tiempo perdió el lustre que en su día tuvo. No mirar los margenes del camino, no sentir lo que en realidad siente, pasar por encima de quien se le cruce por la vereda sin dudar en aplastar bajo el peso de su bota cualquier atisbo de duda que ese encuentro le produzca. Pero siempre llega la noche y es entonces, mientras su cabeza reposa intentando mantenerse ajena a lo que su inscosciente le grita, en plena duermevela, siente el calor de un voz que apenas instalada en su oido le susurra que la vida es algo más que todo eso.
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