Voy a cerrar los ojos y contaré hasta diez. Contendré la respiración para concentrarme solamente en la oscuridad que ahora anhelo, sólo entonces, después de envolverme de negro, volveré a abrirlos. Tal vez así consiga empezar a olvidar. No debo entreabrirlos. Debo llegar al final de la cuenta, si no lo hago de esa manera puede que esta especie de sortilegio tengan un efecto totalmente contrario y sólo consiga fijar, con mayor detalle, los recuerdos que preciso eliminar. Apoyo los codos en la mesa, inclino la cabeza y coloco las palmas de mis manos en el centro de mi cara. Oscuridad total y la tibieza de las expiraciones que rítmicamente fluyen en la oquedad que las manos han formado apoyadas en mi rostro. Un refugio infranqueable durante diez segundos. Empieza la cuenta atrás, la necesidad de borrar suprimir, anular y empezar de nuevo.
lunes, 14 de diciembre de 2009
CONTANDO HASTA DIEZ
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