¡Pero si ya sabemos que cuando mere alguien las cosas
continúan existiendo, encantadoras e indiferentes...!
Dietario Voluble
Siempre llega un momento en el que uno tiene la necesidad de
desaparecer y devorar, con la glotonería del hambriento, el tiempo que se le pone
a su entera disposición. El verano es un buen momento para eso. Todos pasamos
por la necesidad de desconectar, de permitirse unas cuantas horas de gloria y
de reencontrarnos, entre caña y caña, con lo que en nuestro imaginario quisimos
ser. El verano viste un velo que dulcifica las cosas y que permite creer que
casi todo aún es posible. Así que llegado
agosto escapamos como podemos y pasamos a vivir en una especie de espejismo del
que sabemos que tiene un final más que cierto. Pero nos conformamos porque
somos del genero facilón y de engañarnos solo un poco. Aparcado el despertador,
dejamos durmiendo el sueño de los justos las obligaciones que nos mortifican
durante el resto del año. Deseamos que el tiempo muerto, con sus horas flojas, haga su trabajo, que nos relaje
la vida aun sabiendo que al final, ese mismo tiempo regalado, nos devolverá a todos, incluido al canario que metimos a empellones
en el maletero del coche, a la casilla de salida para volver a empezar.
Es hora de descuidar lo de fuera a base de
sandalias y melenas despeinadas, y quizá lo
de dentro también, ya dispondremos de
meses suficientes para recomponernos. Los paréntesis son paréntesis y el
invierno siempre vuelve.
A mi me gustaban aquellos veranos como en la película, que hablaba de aquel verano del 42, sí.
ResponderEliminarEl verano acostumbra a ser buena época.
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