No tiene casa en la que alojar un huésped:
una cama fría sólo en la que todos descansan,
en la que soles pálidos anidan, y montañas perdidas.
Rudyard Kipling
Hace unos días mi madre ingresó
de urgencias en un hospital de la sanidad pública. Lo tremendo de estas
situaciones solo se compensa con el buen hacer de la gente que atiende a los
que llegan enfermos y a los que nos mantenemos aterrados ante la incertidumbre.
Los sustos acortan la vida, estoy segura de ello, pero cuando se encuentra
presente la comprensión y el buen hacer de los que, por necesidad tuya y
obligación suya, pasan a comandar tu vida, todo se vuelve un tanto más amable.
Debemos saber dar las gracias, reconocer la valía de los que, con
contraprestación o sin ella, nos hacen la vida más fácil porque la vida son
cuatro días contados con pasado mañana y agradecerle el lado amable no cuesta
tanto.