Tengo una azarosa alegría que se me enturbia con cierta
inquietud. Me explicaré, hace un par de días, tres a lo sumo, se hizo público
que el Rey ha decidido atribuir a la Reina y a la Princesa de Asturias un
sueldo a cada una de ellas por el trabajo que desarrollan para la Corona. Por
lo visto y hasta la fecha, los ingresos directos de tan majestuosas damas por
el servicio prestado a este país (según la reina) o trabajo público (según Doña
Letizia), eran menos que cero y por tanto, desde un punto de vista económico,
al menos formalmente, dependían de los monederos de sus augustos esposos.
Si tengo que ser sincera, y con independencia de la particular
opinión que tengo sobre la anacrónica institución que es la monarquía en los
tiempos que corren, lo que es cierto es que, lo mucho o poco que ambas señoras hagan
representando a este país merece tanta
retribución como la representación que del mismo Estado realice el Rey o el Príncipe
de Asturias, en su caso.
De ahí que me alegre de que finalmente se les reconozca el
derecho a percibir un salario por el trabajo que sea que hagan. Y digo que me
alegra porque esta cuestión tan
absolutamente discriminatoria dentro de la Casa del Rey no es nada absurda,
sino que tiene un calado mucho más importante de lo que parece. Hasta la fecha,
la discriminación “laboral” y retributiva de las féminas de la Casa Real es un
hecho consumado, baste ver como una primogénita real queda relegada en la
sucesión por su condición femenina. A esta flagrante y discriminatoria postura
se suma, la que ahora se manifiesta, que ni la Reina ni la Princesa de Asturias (sucesora de la institución si no se va al garete antes de que llegue su momento), a igual trabajo o
similar que el Rey o el Príncipe de Asturias, no hayan contado,hasta ahora, con ninguna asignación económica directa por el “trabajo desarrollado”.
En realidad, el papel de la mujer en la Monarquía, en la
nuestra (y me refiero a la de los últimos tiempos) es de verdaderas segundonas, mujeres florero que lucen y poco más. Papel que se ha venido consolidando con el tiempo a fuerza
de relegarlas a los actos benéficos, artísticos, y similares; y, lo más gordo, a negarles el pan y la sal.
Pero este país es así, y al anacronismo de la institución
debemos sumarles el inconstitucional mantenimiento de las rémoras de una Ley Sálica ("Nulla portio hæreditatis de terra salica mullieri venial, sed ad virilem sexum tota hæredita"), que a
fecha de hoy es absolutamente inaceptable por el atentado que supone al derecho
de igualdad entre el hombre y la mujer en el acceso a la titularidad de la Corona
Aun así, a pesar de mi alegría contenida, mi zozobra no es menor, mi inquietud esa que
empaña mi agrado y gusto, está en la cuestión impositiva. Y es que ya puestos, y por
una cuestión de igualdad, no sólo entre hombres y mujeres (como la que
predicaba en las anteriores líneas), sino con la de la totalidad de ciudadanos,
espero que ambas damas, la Reina y la Princesa, puesto que en este ejercicio fiscal van a
recibir sus correspondientes salario, es decir, sus propios rendimientos por el trabajo, tengan a
bien pagar sus cuotas a la seguridad social, se les practiquen las correspondientes
retenciones y paguen, como todo español de bien y con ingresos, lo que les corresponda en la próxima declaración
del impuesto sobre la renta de las personas físicas. Eso sí que me haría
verdaderamente feliz mientras espero la desaparición de la institución de la
Corona.
Pues siendo como soy, tan republicano como lo era el doctor Negrín como poco, sí que es cierto lo que dice y parece acertado el comentario. Lo que pasa es que esto de los reyes y la princesas es como la cosa de los papas y las misas, que tiene un contenido mágico que justifica todas estas cosas de menoscabo de las personas por su sexo y esas cuestiones. Después del favor que nos están haciendo Urdangarín, la infanta y el mismo rey to ahora estoy muy esperanzado con que Letizia se "cepille" la parte que queda y ponga en evidencia que el Príncipe de Asturias puede alcanzar el nivel de estupidez de su augusto padre sin poner demasiado empeño. Después de eso ponemos una república a ser posible con un presidente catalán, que incomodará más.
ResponderEliminarA
Ahora que he vuelto de un largo viaje y me estoy poniendo al día, aprovecho para repasar este blog y me encuentro con que he de precisar algo. Es frecuente la afirmación de que en España se mantiene la Ley Sálica y esto no es exacto, como lo demuestra el que la segunda, tercera y cuarta personas en la línea de sucesión son mujeres. La Ley Sálica prohíbe el acceso al trono a una mujer mientras que la Constitución establece la preferencia del varón.
ResponderEliminarNada como un ejemplo: si en la actualidad el príncipe Felipe muriera no se crearía ninguna crisis dinástica puesto que la Corona recairía en su hija, caso totalmente opuesto al creado al morir Fernando VII con aquella situación en la que no se sabía si estaba en vigor la ley Sálica o no. De estarlo, Isabel II no podía reinar por muy hija de Fernando VII que fuese y de ahí la pretensión al trono de Carlos María Isidro, hermano de Fernando VII.
Es cierto Ignacio, por eso en el texto solo habla de reminiscencias. Por cierto, ese viajecito tuyo a las antipodas me da una envidia de la de ponerse verde. Bienvenido a casa :)
ResponderEliminarGracias por la bienvenida. Si algún día vienes por los Madriles prometo contar el viaje con pelos y señales delante de una cervecilla. ;-)
ResponderEliminarY a todo esto, eso de la Ley Sálica a lo mejor me da para un artículo propio, que tengo el blog descuidado con tanto ir de acá para allá. Hum. Es una idea.
Tomo nota no vaya a ser que luego se raje :)
ResponderEliminarY sí, algo deberías escribir sobre eso, a fin de cuentas las historia (además de los aviones) es lo tuyo ¿no? Pues no sé a que espera :b