Hace días que me muevo entre unos dolores absurdos. No sé si atribuirlos a la climatología (como si fuera una abuelita), a mis ganas de autollamarme la atención (y conseguir doble ración de lo que sea) o si, en realidad, estoy somatizando alguna desventura (doble ración de victimismo). Lo único cierto es que tengo dolor. Notarse el cuerpo es raro, sentir que tienes extremidades sólo demuestra que algo no va bien. Nadie se nota el cuerpo en un estado normal, cuando está en reposo.
Si te notas el cuerpo posiblemente tengas dolor y eso es muy desagradable, a la par que pesado.
Caminar como las "muñecas de famosa" te garantiza mil preguntas sobre que es lo que te pasa y claro, no puedes decir que lo somatizas todo, que en realidad te duele el corazón, que has sufrido un desgaño amoroso, que tu pareja se ha fugado con tu mejor amigo, que te han chamuscado el flequillo en la peluquería, que no puedes pagar la hipoteca, que tus hijos pasan de lo que les dices, que tu jefe te explota, porque eso nada tiene que ver con las piernas. Así que respondes que tienes dolor y no sabes por qué.
Y ahí, acabáramos, siempre encuentras a algún iluminado que te suelta aquello de que el dolor nos hace fuertes, que nos enseña a enfrentarnos a la vida y otras milongas parecidas. Cuando oigo estos comentarios dudo entre arrearle, a mi interlocutor, con el bolso o meterle, con un embudo, un sinfín de pildoritas multicolor que le hagan desaparecer esa iluminación gilipollesca que le hace decir semejantes barbaridades. El dolor es dolor y fastidia mucho, pero mucho, mucho.
Ahora la pregunta ¿Este rollo, a qué nos lleva? Pués simplemente a que quería dejar aquí un fragmento de "Autobiografía Médica" de Damian Tabarovsky, que escribió, entre otras cosas, que creer que un ser dolorido es superior no es más que un bobada y que hay que reirse hasta de las tonterías más tontas.
Aquí les dejo el fragmento y yo me voy a por el "Linimento Sloan", tengo la cadera que me anuncia que voy a tener un incidente amoroso en breve.
Aquí lo dejo:
"Jünger: “El dolor es una de esas llaves con las que abrimos las puertas no sólo de lo más íntimo, sino a la vez del mundo. Cuando nos acercamos a los puntos en que el ser humano se muestra a la altura del dolor o superior a él, logramos acceder a las fuentes de que mana su poder y al secreto que esconde tras su dominio. ¡Dime cuál es tu dolor y te diré quién eres!”. Hay algo profundamente erróneo en esta frase, un equívoco irremediable. El dolor no nos permite acceder a nada, sólo a más dolor, el dolor es una tautología, detrás del dolor no hay nada, nada tampoco hay delante; es una línea sin anverso ni reverso, un absoluto que no esconde ni oculta nada; el dolor suspende toda metafísica, toda reflexión, cualquier interpretación. Por supuesto, también hay algo levemente fascistoide en la frase de Jünger, cierta idea trivial de heroísmo: el que soporta mejor el dolor, el que es superior a él, es también alguien superior, accede él también a alguna forma de existencia auténtica."
Oiga eh , a mí nada no me duele nada¡¡¡
ResponderEliminar:)
Buen texto.
Claro que no, y que no me entere yo que te duele nada.
ResponderEliminar;-)