Viernes, 16 de abril, 8:00 am, oigo un “bip” y miro la pantalla de mi teléfono móvil: “No seas perezosa, te espero en la Sala 105 en 20 minutos”. Me hace gracia leer el mensaje, ya estoy en el autobús, me encamino hacia la Sala 105. Podría ser muchas cosas, una palabra clave, pero es sólo una cafetería. La hemos convertido en la prolongación de nuestros despachos, de nuestro trabajo y de nuestras confidencias también.
Entro y Natalia ya está allí. Guapa, imponente, profesional, divertida con un toque de locura, hoy lleva una diadema en la cabeza que sólo alguien con la personalidad de Natalia puede tener bemoles para colocársela. Es una “zorra”, en el sentido masculino de la palabra, de lo mejorcito de la profesión, lista, rápida, sagaz y de Madrid.
Ya ha pedido, un café solo, cargadito, con un botellín de agua para mí; un batido de chocolate para ella. Natalia cumplió los 44, hace unas semanas, pero sigue desayunando con un batido de chocolate y dos ducados, uno encendido y otro preparado para cuando apague el anterior.
Sacamos las agendas, “tengo mucho que contarte pero hoy no hay tiempo”. Quedamos el martes para comer, no en la Sala 105. Quedamos donde no nos conocen, vamos a darnos un homenaje y a charlar de lo divino y de lo humano, como lo hacemos desde que nos conocimos allá por el 82.
Domingo, 18 de abril, 7:30 am, oigo un “bip”, enciendo la luz, miro la pantalla de mi móvil: “llámame urgente”. Marco el número, de hecho es la última llamada que hice ayer mismo. Una voz entrecortada al otro lado “Natalia ha tenido un infarto esta noche, no lo ha superado, estamos en el Clínico”.
No he podido articular palabra, no he podido preguntar nada. Me levanto de la cama y me siento en el sofá. Ha amanecido hace un buen rato. Abro la puerta de la terraza, me falta el aire. Cierro los ojos. Dicen que a veces cuando sueñas, los sueños parecen tan reales que parecen ser ciertos, pero no lo son. Los abro poco a poco, para convencerme que he soñado, pero me veo en pijama, sentada en el sofá, a mi lado el último libro que ayer noche leía antes de acostarme con las gafas separando sus páginas, la terraza abierta y el móvil en mi mano derecha.
No es un sueño.
miles davis ella fitzgerald -
Hay que joerse con la vida....siempre dando alegría.. tras alegria
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