miércoles, 24 de marzo de 2010

MENSAJES



¿Cuánto hace que se fue? No consigue recordarlo con precisión. Las malditas pastillas le atontan tanto que, a fuerza pasar el borrador farmacológico, cree que va a olvidar incluso como se llama. Se levanta del sofá con torpeza. No sólo va a olvidar como se llama sino que pronto va a olvidar como se camina. Descuelga el teléfono y escucha el monólogo de su interlocutor, contesta que sí, que se encuentra mejor, que saldrá un rato, quiere acercarse a... No termina la frase, repite que todo está bien.
Pero no, no todo está bien. Todo está peor que nunca. Camina poco a poco, se siente tan entumecida que necesita pararse a mitad del pasillo. Se sienta en el suelo y rompe a llorar mientras aprienta las rodillas contra su pecho. No quiere tomar nada más. Cuando las toma él no está y ella, loca o no, le necesita, quiere que esté allí, como ayer, o cuando fuere, pero con ella. El desconsuelo es infinito y ni meciéndose consigue parar el llanto que le sale de lo más profundo.
Le tiene que poner fin. No se puede sufrir así, no se puede vivir así, sin él, medio alelada.
Abre la puerta del armario del baño. Va tirando frasco tras frasco a la pila, sólo le interesa uno. Lo abre rápido y lo vuelca todo en la taza del inodoro. Contempla como las cápsulas, rojas y blancas, flotan a la espera de una corriente feroz que las arroje directamente al infierno.
Ahora ya, sólo tiene que guardar las formas. No contarle a nadie que cada día, cuando va a por el periódico, le recoge en la esquina y caminan juntos hasta el kiosco y que juntos toman café por las mañanas. Tampoco debe volver a contarle a nadie que le deja mensajes para que ella los descifre. Mensajes de amor que encuentra cuando sintoniza el transistor. Mensajes como el que le dejó gravado en el contestador de casa antes de que su coche se saliera en aquella estúpida curva.
Sólo así, conservándose en una locura de la que es consciente, él no se habrá ido del todo y volverán a ser felices.



1 comentario: