"De la tragedia griega el hombre puede aprenderlo todo, porque son fuentes de conocimiento y fundamentación; las tragedias rusas son siempre desconcertantes y le dejan a uno mucho más confuso de lo que estaba".
Andrés Trapiello, Santa Rusia
En los tiempos que corren es fundamental no dejarse ganar
por el ruido. Puede que precisamente por eso y, también, porque los más
cercanos me pidieron casi a gritos que dejara de significarme durante unos
días, es por los que, en las últimas
semanas, me he reservado la opinión de muchas de las cosas que estamos
viviendo. Pero es difícil, supongo que por eso, aunque no lo quiera, acabo
hablando del ruido como ejemplo claro de lo que llena las redes sociales, las
cabezas y la mayoría de lugares que piso. En estos días de retiro, necesario y
autoimpuesto, he pensado mucho en lo que es la libertad, la igualdad, la
legalidad y la fraternidad. Cuando lo conté, alguien me dijo ¡Coño, Noire,
pensando ahora en la revolución francesa! Y puede que algo sí, pero casi todo
no, porque lo único que la que suscribe
tiene de afrancesada es la tez blanquecina y el gusto por quesos normandos y un
buen vino de burdeos. Pero aun así, mientras me debatía entre ese silencio
rogado y las ganas de salir corriendo, el runrún de decir unas cuantas cosas
iba llenando parte de mis días y algunas de las noches. El insomnio es mal
compañero, cualquiera que duerma poco lo sabe, y acaba creando monstruos que
terminan siendo grandes como armarios roperos. Pero no pienso contribuir al
ruido. Otros lo hacen mejor que yo. Cada
día tengo más claro que quisiera poder dedicar mi tiempo a hacer más bien
poquito, a recuperar a alguna gente que dejé por el camino, a perder peso, a repartir
ganas de hacer cosas que en estos momentos me sobran. Quisiera poder escribir
cartas, muchas cartas. Pero vivimos tiempos raros, deglutidos por la tiranía
del trabajo, de la vida urbanita y de una política que nos desgasta tanto como
nos atrae. Pero mañana es domingo, o puede que solo sea lunes, pero yo tenga
unas ganas inmensas de que sea domingo otra vez, de recuperar algo de tiempo
perdido entre las sendas del desconcierto y volar, volar entre los renglones de
las cosas que me apetecen mientras aparco las que me obligan. Y quisiera que
algunos dejaran de marearnos, que nos permitieran ser verdaderamente auténticos,
y que la clase política de este país se fundiera en negro y una nave espacial
nos trajera algo mucho mejor que lo que ahora tenemos. Pero para que eso pasara,
nosotros mismos tendríamos que desaparecer, porque ellos, los que se sientan en
el Parlamento, son el reflejo fiel de la sociedad perdida y escabrosa que somos.
El tiempo de las cosas estúpidas está aquí, nos rodea y nos disparan directas a
la cabeza para dejarla absolutamente muerta. Mientras tanto sueño con islas
pequeñas, libros pendientes, cartas que aplazo sin día, y en la tan necesaria libertad, legalidad e igualdad, que alguien puede pensar
que es algo muy francés pero no, porque son más internacionales que el concurso de Eurovisión y tan necesarias como el aire que respiramos.
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