Empezar el libro por la última página. Beber el café con hielo en invierno e hirviendo en verano. Leer a Borges dentro de una bañera medio vacía. Apagar las colillas en un bote de yogur vacío y prometer que será el último sabiendo que no hay yogurt que cien años dure. Mirar al vacío mientras el agua del baño se enfría. Contar hasta seiscientos cincuenta y tres. Ni uno más, ni uno menos. Imaginar la vida sin intereses ni inflación. Acariciarse el pubis con la banda sonora adecuada. Desechar la toalla y dejar que el agua lo encharque todo. Aplastar las cápsulas de un blíster vacío y tararear. Dejar una nota escrita en un trozo de papel higiénico como extravagancia dominical. Escuchar su voz. Desear que nada cambie para que todo siga teniendo sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario