sábado, 12 de octubre de 2024

GO ON




El éxodo de barceloneses hacia Madrid es algo habitual que se incrementa los fines de semana y durante cualquier festivo que se tercie. No hay tren que no se llene, no hay día que no haya que hacer una cola kilométrica en la estación, tanto a la ida como a la ida, como a la vuelta. Sin embrago, no acostumbro a cruzarme con demasiados madrileños haciendo ninguno de los dos trayectos. Algo ocurre cuando el trasvase de gente, de un lugar a otro, no es el mismo. Y aunque se puede especular con mil motivos y razones, creo que son tan obvias que el imaginario se reduce mucho. En algún momento, no hace demasiado, la ciudad perdió el paso entre los delirios de grandeza de los que creyeron que nacer o vivir en un lugar determinado los convertía en seres superiores; entre la inseguridad de una ciudad que se faja entre hurtos y apuñalamientos, tras años de un nefasto gobierno municipal. Una ciudad que navega entre la grandeza y la suciedad que la viste y que se columpia entre la indiferencia y el desprecio al visitante que deja un registro a hez que muchos nos espanta.. No es extraño que los que andamos hartos de todo lo que nos ha convertido en menos que cero, busquemos destinos menos ácidos en los que pasar el tiempo y olvidar la estrechez de mira y la doblez de cerviz.

La facilidad en el traslado, como consecuencia de una mayor oferta, también ayuda, aunque sobre esta cuestión ya planea la sombra de la eliminación maliciosa de la oferta que llega de la mano de la libertad de mercado. Nos quieren quietos, pobres y provincianos. De esa manera el ser humano es más fácil de doblegar. Pero por suerte aun tenemos la posibilidad de movernos, aunque quizá no por demasiado tiempo. En nombre de una falsa defensa de los derechos y la democracia, nos limitan la libertad haciendo un uso torticero y totalitario del poder que lea dio una democracia que ellos mismos ahogan cada día más.
Quiero creer que toda esa gentuza, sin escrúpulos y ni pizca de honestidad, que han conseguido medrar y colocarse en puestos de poder con la única finalidad de enriquecerse y empobrecer a los demás, acabarán arrinconados y, con un poco de suerte, sentados en el banquillo de los acusados. Solo entonces se podrá iniciar un proceso de regeneración social que también sanará la ciudad y volverá a acoger y respetar.

Miro a través de la ventana un paisaje que parece inmóvil pese a la velocidad y me vienen a la cabeza aquellos días hace ya mil años, cuando no existían ni teléfonos móviles, ni redes sociales, ni nada que nos contaminara la cabeza, ni el sentido común. Cuando todo iba más despacio y la información no se engullía sin más. Cuando no vivíamos pendientes de la cobertura y la vertiginosa desinformación. Necesitamos recuperar algo de todo aquello. Ojalá no nos falte nunca el tren.










No hay comentarios:

Publicar un comentario