miércoles, 2 de octubre de 2024

¿QUIÉN AMÓ A TRACY LORD?


 

Sin duda, yo amo a Tracy Lord. Empiezo el día sentándome en la cama y estirando los brazos como si quisiera tocar con la punta de los dedos el maravilloso techo que me cobija, ladeando la cabeza y dejando que el cabello ensortijado acaricie suavemente mi hombro izquierdo. Quiero creer que soy “ella” pero no. Me falta su elegante altura; me faltan unos brazos torneados de los que carezco desde hace más tiempo del que recuerdo y me faltan esos dedos maravillosos que la genética sustituyó por una agrupación de falanges, falanginas y falangetas que no sirven para anunciar anillos. Pero la melena, esa sí que no defrauda y me permite recuperar la ilusión de que algo de Tracy Lord vive en mí.

Tracy Lord es la protagonista de “Historias de Filadelfia”. No hay mucho más que decir porque ella, enfundada en el cuerpo de Katharine Hepburn, es la encarnación de la elegancia, la inteligencia, la chispa y el sentido del humor que se enreda y se vuelve a enredar hasta marear. En los tiempos que nos ha tocado vivir, de eslogan y falta de capacidad para discernir. Habrá quien diga que es una película simplona, con un personaje femenino insustancial que duda sobre el rumbo de su vida, de la compañía que quiere y que, como la canción, es voluble como una pluma, frente a los tipos que la pretenden. Tracy casa mal con la idea de la mujer empoderada que ahora nos venden, aunque lo estuviera.

Mientras escribo sobre esto, escucho una conversación ajena y dejo de anotar porque, precisamente, de mañanas inseguros, del amor y de la vida. Y si no fuera porque la conversación no va conmigo, aunque mi oído se agudiza como si lo fuera, añadiría que no olviden hablar de los enredos y los líos que casi siempre acompañan a casi todo eso de lo que hablan y que es fundamental recordar que el futuro solo existe cuando se transforma en el ahora y en el ayer y que eso se teje a trompicones, muchas veces, desde la duda. Y añadiría, si me dejaran, que la duda nunca es poca y que, maldita sea, ¡Qué pronto pasa la vida! 

Y les diría, además, que todo eso que las tiene en un sinvivir, eso y mucho más, ya lo sabía Tracy Lord y que amarla es casi una obligación.


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