Acabo de confirmar que no estoy en el mejor momento. Una chiquita me ha dejado sentar en el autobús. Lo peor es que he aceptado el asiento. Menopáusica precoz agradece el gesto de la mujer menstruante. Todo llega, hasta los asientos libres.
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Puse la lavadora en un programa corto. Quería ponerme aquel jersey de lana que aún estaba en el cesto de la ropa sucia. Aproveche y puse alguna cosa más. Subí un pelín la temperatura. Horror, ahora puedo vestir a la Nancy y empezar a pensar en ir de compras.
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Pido lo de siempre. Un café solo, un vasito de agua (la de Madrid es la mejor del mundo) y unas tostadas con aceite. Quizá me faltó insistir en el “con aceite” no “bañadas en aceite". Al precio que va el aceite, podría revender el sobrante y forrarme.
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Hoy he soñado que nos volvemos a ver. ¡Qué alegría, qué ilusión! Quedamos en charlar durante la pausa. Se sienta en primera fila, yo en la cuarta o quinta. En lo que se supone que son dos horas después, levantó la cabeza y ¡Oh! Voló. Menuda estafa de sueño. He estado a punto de pedir la hoja de reclamaciones, pero no.
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