Empiezo el día con un donut de
azúcar y un café solo. Lo pido a plena consciencia, sabiendo que esta semana
cumplo más años que el atún en lata y que, como muestra de la crueldad del
primer mundo, mi endocrina ha decidido que no hay mejor fecha para enfrentarse
con las cosas de cada uno que fijar la visita médica en el día del cumpleaños.
Mis cosas, tus cosas y las cosas de todos, son un ovillo complejo que se enreda
y que bien merecen un donut, sea de azúcar o de chocolate, si el lío es gordo. Un donut a tiempo siempre nos salva de pegarle
un tirón a la madeja que se cargaría el lío moruno de una manera extraordinariamente
ruda. Enfundarse un donut, que se va
directamente allí donde la espalda pierde el nombre, es un buen antídoto contra
la barbarie primigenia que todos llevamos dentro, pese a los endocrinos.
miércoles, 24 de septiembre de 2025
BARBARIE
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