Y después de la tempestad, vino la calma. Y, después de la calma, llegó la necesidad de mover primero una mano, después la otra; después una pierna, después la otra. Se le despejó la cabeza a la misma velocidad que el cielo volvía a encapotarse. Matar un oso; volar un puente; escupir contra el viento; quererle casi siempre.

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