domingo, 2 de febrero de 2025

SALVELINOS

 



Te levantas con tos. Pensabas que te habías librado, pero de esta no se salva ni Dios. “Resfriado is comming”, reza en el frontispicio de este domingo. Calientas una taza con agua en el microondas para prepararte una infusión de jengibre, cúrcuma y cosas. Sabes que el calor que proporciona la máquina es de chichinabo y que se enfriará antes de que salgas de la ducha que necesitas para arrancarte la galbana que arrastras y el olor a ñu con el que has amanecido.

Pero ahora ya no sudas, tienes frío y hueles a bergamota porque te has rociado como si fueras a enredar, aunque no saldrás de casa porque, si lo haces, cabe la nada descabellada posibilidad de que te quedes por ahí, tomando un fresco que no te conviene para nada. No eres sueca y el carácter y la salud de una mujer mediterránea no se forjan a cinco grados bajo cero. Es la Candelaria y tú tienes todas las candelas del mundo colgadas de la nariz.

Retomas un sudoku que dejaste abandonado allá por las Navidades de hace un par de años y tragas poquito a poquito, traguito a traguito, la infusión, ya fría, que olvidaste en la cocina y que te apetece menos que cero. 

Bicheas por la red y no sabes si es la fiebre o la mala leche que gastan algunos la que te expulsa y te devuelve a las costas de Alaska. El domingo dominguea. Entre la neblina del Paracetamol y el vaho que exhalas, un salvelino te saluda con un brinco antes de caer tieso. ¡Qué vida esta!




domingo, 19 de enero de 2025

CONGA. QUERIDO JOHN (VIII)

 



Querido John. 

Si quisiera ponerme espiritual diría que pronto cumplirás años allá donde estés. Pero me queda poca espiritualidad. Creo que la quemé casi toda la última vez que sople las velas de ya no recuerdo que cumpleaños. Debí desear algo que hizo plof y se me acabó la mecha.

Ayer, desde la azotea de la oficina, vi una bandada de patos volando hacia el sur.  Puede que hagan parada en los humedales que hay cerca del aeropuerto, aunque puede que con suerte se desvíen y esquiven la mala fortuna de terminar sus viajes machacados por la turbina de un avión.

A veces, la turbina de un avión puede que no sea mala cosa. Si me escucharas decirlo, te reirías ante la brutalidad y la dramatización de algo que ya no digo, para que no crean que tengo unas intenciones suicidas que no he tenido nunca.

Llueve. Aunque debería nevar por el frío que hace. Frío por fuera y frío por dentro. Que la cosa se nos ha puesto menuda y, desde que ya no estás para mí, la temperatura ha caído unos cuantos grados y ya no los levanta ni Dios. Siempre quise saber más y en la sinrazón estaba una razón que me escondiste siempre. Menudo lío. Pusiste patas arriba el desván y te fuiste dejándolo hecho unos zorros. Eso no se hace. Después ya no hubo quien volviera a colocar la quincalla donde tocaba. Diría que la vida se convirtió en un festival que a mí, durante un tiempo, me dio poca risa. Ahora ya no lo sé.

Querido John. Nadie nos avisó de que la vida era eso que iba pasando mientras se producía un escape en el agua del piso de arriba que destrozaría la mitad del tuyo como una representación hostil de la propia vida. Tampoco nos avisaron de que a padre o a madre, da igual, se les iría la cabeza hasta el punto de que verían en ti a un desconocido lejano y fiero. Y olvidaron advertirnos, también, que ese hijo, fruto de un corazón ansioso y una tripa ahora ya seca, te odiaría a ratos, con la ferocidad de una adolescencia que intenta encontrar explicaciones donde no las hay y que tú nunca le podrás dar. Querido John, menuda barbaridad de década. Esto sí que es una conga.

Siempre tuya.

Grace




jueves, 2 de enero de 2025

¡OH, OH!


 

Me dijeron que no sabía cuando iba a llegar, que todo viene por carretera y que, con el tema de la huelga de transporte, la guerra de Ucrania y todas esas cosas incontestables que pasan, es difícil saber cuándo algo llegará a su destino. No es consuelo. La guerra de Ucrania, olvidada ya, va camino de los tres años y aquí no hay muerto que haga temblar la conciencia de aquel que le puede poner fin. Negra noche, blanca noche.  

Reviso el correo electrónico con demasiada frecuencia y cuando paso frente a  la estafeta de Correos, miro de reojo, haciendo ver que no quiero ver, como si eso sirviera de acelerador de deseos. A estas alturas, ni ha llegado y que empiezo a pensar que ni llegará. C’est la vie, mon cheri, me digo mientras doy por perdidos los euros que aboné.

Mis pies levantan las hojas de los almeces que se han desnudado demasiado tarde. Se me llena la nariz de un polvo que me hace estornudar sin parar. Horas después, sigo intentando que el malestar me deje vivir, pero no. Ya no hay primaveras ni otoños de verdad, pero quedaron ancladas en el invierno y en el propio verano las malditas alergias que solían acompañarlos. Una penitencia como otra cualquiera, como la del paso del tiempo, que nunca es exacto, pese a que la métrica intente engañarnos y nos vendan que cada cierto tiempo empezamos de nuevo.

Y en el engaño global del año nuevo, quiero colocar el reloj a cero; maldecir todos esos incontestables que arrasan con cualquier cosa; encerrarme en casa una semana, o más; olvidarme del correo electrónico, y dejar de sonarme la nariz ya desollada, mientras lloro la desaparición, ahora ya para siempre, de un paquete que tenía que llegar a casa por Navidad, como el turrón.


martes, 24 de diciembre de 2024

FELIZ NAVIDAD


 

Empiezo la Navidad con una lista de propósitos. El primero, adelantar unos días, apenas una semana, esos listados de buenas intenciones que queremos para el próximo año. El segundo, reconocer que listar las cosas es un vicio que no sirve para nada, pero que no hace daño a nadie. El tercero, descolgar más el teléfono y dejar de hacerme la muerta. El cuarto, comer más sano y hacer ejercicios de fuerza. El quinto, dejar de insistir en pretender comer más sano y hacer más ejercicios de fuerza. Tengo muchos más propósitos, casi todos confesables y un par, tal vez tres, que no hay por donde cogerlos.

Pero es Navidad, por tanto, toca mensaje. de paz y amor, así que aquí lo dejo: Quered mucho y dejad que os quieran


Feliz Navidad.


martes, 10 de diciembre de 2024

¿HOLA?

 



Dices que no te da la vida, que tantos frentes abiertos van a acabar contigo. Que no recuerda cuándo fue la última vez que comiste en lugar de deglutir como un pavo, que te permitiste sentarte lejos de todos para mirar a la nada y tararear hacia dentro esa canción espantosa que tanto te encanta, que pudiste ir a la peluquería sin mirar el reloj. Que no recuerdas cuándo fue la última vez que no tuviste prisa y que tu presencia era un regalo y no una obligación no siempre bien recibida. Y lo puedes decir, una y mil veces, porque aunque no te dé la vida y la única sal que pruebes sean la de los lagrimones que se te escapan cuando te encierras en el baño porque no puedes más, la vida, esa con la que no puedes, te arrea una patada en todo el trasero y te recuerda que de aquí no se apea nadie y que hay que seguir. Que a la vida se viene llorado, aunque a veces creas que no, sobre todo porque no hay pañuelo que soporte tu queja y ese mar en el que te deshaces a veces sí y a veces también. Así que, tira, es la vida la que gana, aunque no te dé para nada.