viernes, 12 de septiembre de 2025

PURGATORIO


 
Llegaba tarde, pero aun así entre corriendo al baño de la primera planta para recolocarme las medias, peinarme un poco y enviar un último mensaje de despedida. Reconozco que no muy amable, pero era el último y, después de enviarlo, pensaba borrar su número por siempre jamás. Y fui expeditiva, rápida, veloz y envié un “Muérete imbécil”, seguido de un emoticono en forma de berenjena. Me recoloqué la falda justo antes cruzar la puerta, con el corazón latiendo a mil por hora, y las medias torcidas a la altura de los tobillos. Priorizar el desamor tiene como resultado que la cabeza se dispersa y uno olvida incluso lo principal.  Me esperaba y no parecían de muy buen humor. Veinte minutos son suficientes para que quien espera se moleste y te reciba como si llegaras con un sobre de purgaciones o el mejor ántrax del mercado negro. Me esperaban porque no les quedaba otra, porque era yo la que había ido a recoger las maquetas a la otra punta de la ciudad. El caso es que llegué (tarde), y con un cuidado extremo coloqué sobre la mesa el diminuto prototipo en el que estábamos trabajando. Ahí acababa mi encargo. Ya lo teníamos sobre la mesa. Lo siguiente ya le tocaba a otro, así que me senté y me limité a perderme en mis cosas. Y ahí estaba, pensando que tal vez no tenía que haber borrado el número tan rápido, que tal vez debería de haber esperado a confirmar con el azulísimo doble “check” que su “muerte” y el “que te den”, ya habían sido recibidos. Y ahí seguía, en mis cosas, cuando del fondo de la sala me llegó un murmullo y vi, al levantar la cabeza, ocho pares de ojos clavados en mí, mientras mi jefe, con idéntico hermoso nombre que el interfecto que tenía que recibir el recadito, mostraba la pantalla de su móvil a la galería y, con voz poco caritativa, me animaba a abandonar el purgatorio, sin sueldo, claro.





jueves, 4 de septiembre de 2025

ESPEJO, ESPEJITO MÁGICO


 

El tiempo no pasa.  El tiempo vuela y no lo hace en un avión de papel, ni en un globo aerostático, sino en un cohete a una velocidad supersónica. Ayer, una señora me mostraba el inicio de un mechón canoso donde antes no existía y un pecho un tanto flácido donde antes estaba la réplica de Afrodita A. Referirse a Afrodita A, el alter ego femenino de Mazinger Z también es muestra de una memoria y recuerdos añosos. El espejo, como el que me mostraba a esa señora que soy yo, no es más que un objeto que te pone frente a la realidad del transcurso de un tiempo que fue y que no va a volver. El día a día te va dejando pistas para que no olvides que el tiempo no es maleable, que avanza sin remisión para todo el mundo. Desde hace semanas, en los andenes de la línea de metro hay colgado un anuncio de la “Fundación Josep Carreras contra la leucemia”. Aparece la imagen de un anciano, unos niños, dos adultos vestidos de médicos. El mensaje, entiendo, es la leucemia que puede afectar a cualquiera y colaborando juntos podemos dar batalla a la enfermedad. Nada llama la atención ni por exceso ni por defecto. Pero no es el mensaje lo que me lleva a que, día tras día, reparara en su existencia, sino que era alguna otra cosa que ahora ya sé que es. El anciano, muy anciano que aparece en la fotografía, es el propio Josep Carreras. Puede que solo los que tengan algún interés en la ópera lo recuerden.  De la imagen de aquel atractivo tenor que encandilaba al mundo y que en la cresta de su carrera fue diagnosticado de una leucemia que afortunadamente superó, apenas queda nada. Hoy es un anciano, con una historia espectacular a sus espaldas, que sigue contribuyendo económicamente a la investigación de la enfermedad que lo retiró de los escenarios y presta su imagen para que nada caiga en el olvido.
Hoy, bajando nuevamente al andén, tropiezo de nuevo con la imagen del anuncio. La señora del espejo que habita en mí reconoce al venerable anciano, así que inclina  levemente la cabeza, para evitar el dolor en la cerviz, y con un deje de nostalgia y cierta fascinación que le cuesta evitar, susurra un “seguimos”.



miércoles, 13 de agosto de 2025

AEROPLANOS

 



Desde hacía meses sabía que este fin de semana nos invitaba a comer. Cada vez que pensaba en esa reunión me atacaba una pereza infinita que me impedía cerrar los vuelos que me tenían que llevar hasta allí. A tres días vista, en silencio, aún imploraba una huelga de controladores, un hackeo planetario a las líneas aéreas o algo así, que me diera la excusa definitiva para evitar tener que moverme de mi casa, de la bendición del aire acondicionado y de la cerveza bien fría. A veces, el futuro nos escucha con el oído torcido y, envuelto de una mala leche atroz, me entregó un inesperado y delictivo vaciado de cuenta bancaria. Estaba a cero, sintiéndome idiota mientras le explicaba al policía de turno que fue el banco quien me llamó, que fui yo quien le di unos datos que creí que solo estaban comprobando. Sí, idiota del todo, sin un solo céntimo, con la tarjeta de crédito quemada y con la boca abierta. Puse la denuncia y volví a casa. Me senté en el sofá y abrí la última cerveza de la nevera. Miré el ordenador buscando un correo esperanzador de mi banco que me devolviera algo de solvencia, algo de dignidad. Nada. Había pedido una semi catástrofe, ahora tenía un drama del quince, y el maldito convite recortando por la banda. Pensé en llamar, explicar la causa de mi ausencia, pero decidí esperar a ver si finalmente los controladores se ponían de acuerdo para fastidiar las vacaciones a media humanidad, o a qué los hackers dejarán la red hecha ciscos. Algo catastrófico en lo general para evitar tener que explicar que soy gilipollas en lo particular. Pero las desgracias nunca vienen solas, tras meses de ausencia, de nuevo, llamó la menstruación.




miércoles, 6 de agosto de 2025

LA SAL



Un ligero viento del sur mece las cortinas. La casa del herrero sigue cerrada a cal y canto. Me alejo caminando por el pinar. Piso las agujas secas que crujen como los huesos de un viejo que se quiebra. El sol empieza a descender y un olor seco a romero y tomillo me distrae, pero por poco tiempo. Al fondo, tras cerro, el mar que se intuye en el rocío ligeramente salado con el que nos regala algunas mañanas. Olvidado, entre las cuatro rocallas que quedan en pie, tu recuerdo desvaído y la permanente sensación de que hay inviernos que no se acaban nunca. 


jueves, 31 de julio de 2025

¿TÚ QUÉ QUIERES DE MÍ?



Volvemos al culebrón de cada verano. El título: “Juana Rivas, inasequible al retorcimiento”. Que los adultos destrozan niños es algo que nadie puede negar. Un crimen que muchas veces se lleva a cabo en nombre del interés superior menor cuando, en realidad, lo que menos importa es, precisamente, el bienestar de esa criatura que se encuentra entre el fuego cruzado, a veces solo unidireccional, de un progenitor malvado, en la mayoría de ocasiones, o enfermo en muchas menos de las que se pretende. 

La ley ha prohibido hablar de la alienación parental y, por esa ley retorcida y poco anclada a la realidad de los niños, no se puede mentar a la bicha, aunque la bicha sea de tamaño king-size. Llamarle "interferencias parentales" parece que es más aceptable, pero lo cierto es que da igual el nombre que se le quiere dar porque la realidad es que existen progenitores que manipulan a los niños para que rechacen de una manera contundente e injustificada al otro progenitor. Por desgracia, cuando uno de los progenitores ha decidido destrozarle la vida al otro utilizando a los niños, envenenándoles el discurso y las emociones, creando un monstruo donde no existía, configurando falsas memorias en su cabeza, el mayor perjudicado, no es el adulto al que, por otro lado, le desgracian la vida, sino el del propio hijo al que se dice querer proteger de vaya a saber qué.  Manipular a un niño es muy sencillo. Su mente y pensamiento se pueden retorcer como un papel de seda, sobre todo cuando quien lo hace es su padre o su madre, que son sus referentes, las personas en las que confía y con las que mantienen una especial vinculación en todos los sentidos. Las consecuencias del maltrato que sufren los niños, a veces tan sibilino que se disfraza de un cuidado feroz, son casi siempre irrecuperables. El tiempo y el hostigamiento psíquico y emocional sobre estos niños que son extremadamente vulnerables, porque los autores de estas prácticas son sus referentes, nos devuelven, con los años, adultos emocional y psicológicamente tocados. El culebrón de Juana Rivas es, por desgracia, el que viven muchas familias en silencio, sufriendo la lentitud de los Tribunales, las malas prácticas de profesionales que no tiene un ápice de profesionalidad ni de ética y un sistema que mira por con un solo ojo el panorama que sufren muchos niños y niñas a los que, como sociedad, les estamos fallando.

Lo mismo ocurre con el concepto de violencia vicaria, que parece haber sido adoptado como una de las formas de violencia de género cuando la realidad es que debería dar igual si el autor es el padre o la madre, porque el medio para causarle un enorme e insoportable dolor al otro progenitor es el propio hijo que, en manos de un progenitor perverso, es utilizado como instrumento para dañar. En estos casos las víctimas son dos: el hijo, de manera directa; y el progenitor, de manera indirecta. 

Cuando uno piensa en la finalidad de las normas, no es fácil de entender el trato desigual a situaciones parejas cuando hablamos de proteger a los menores.


***

Cuando tienes un hijo, tu vida es suya; suya para siempre. Cuando tienes padres ancianos, se invierte la cuestión, tu vida deja de ser tuya para ser suya; suya para siempre mientras vivan. En definitiva, aprender a cuidar y desaprender lo aprendido.


 ***

Mi obsesión de este verano son los berberechos y el Bitter-Kas, muy frío y con dos hielos. Una obsesión sencilla, sin pretensiones, que no hace daño a nadie más que a mi bolsillo, porque, al final, a los buenos berberechos poco les falta para cotizar en bolsa.


 ***

¿Qué habrá sido de “El punto”? La Roig se ríe desde la tumba y casi la oigo mascullar: “Nena, los puntos se los traga un agujero negro y te los regurgita cuando le da la gana”.