EL BLOG DE ANITA NOIRE
C'EST LA VIE
martes, 4 de noviembre de 2025
NAGASAKI
domingo, 19 de octubre de 2025
CASCAR UN HUEVO
Abro la nevera y sé lo que encontraré. La llené yo. Fui al supermercado con una lista que confeccioné a base de preguntar ¿Qué te parece si está semana preparamos menestra de verduras? ¿Prefieres que cojamos yogures y flanes o solo yogures? ¿Qué tal si compramos algo de pescado y congelamos la mitad para tener entre semana? Son preguntas que no me sirven de mucho. El menú está pensado y escrito de antemano. Pero sé que esa elección trucada sirve para que sienta que decide, aunque no sea así; y que crea que va a comer lo que quiere, lo que le gusta, porque ella así lo desea. Hay algo de manipulación que me escuece y de la que soy consciente.
Casco dos huevos y los bato con energía. Mientras se calienta un poco de aceite, va poniendo la mesa. Lo hacemos a la par, pero poco. El huevo batido se va cuajando y se lo digo. El controversia del día se centra en si es mejor que la pasemos mucho o que la dejemos un poco cruda. Hoy cenará una crema de verduras que hice ayer, después de que, no sin cierta dificultad, pelara la zanahorias que compramos por la mañana. Cenará despacio, porque nunca ha comido deprisa y hablaremos un poco antes de que la cama la llame. Una charla difícil cuando las palabras se esconden en algún lugar de la cabeza del que no quieren salir. La arroparé y le daré un beso en la frente. Mañana será otro día. ¿Quién sabe?
Cascar un huevo, cascarse por dentro.
domingo, 12 de octubre de 2025
GOODBYE ANNIE
martes, 7 de octubre de 2025
IN THE MORNING
miércoles, 24 de septiembre de 2025
BARBARIE
Empiezo el día con un donut de
azúcar y un café solo. Lo pido a plena consciencia, sabiendo que esta semana
cumplo más años que el atún en lata y que, como muestra de la crueldad del
primer mundo, mi endocrina ha decidido que no hay mejor fecha para enfrentarse
con las cosas de cada uno que fijar la visita médica en el día del cumpleaños.
Mis cosas, tus cosas y las cosas de todos, son un ovillo complejo que se enreda
y que bien merecen un donut, sea de azúcar o de chocolate, si el lío es gordo. Un donut a tiempo siempre nos salva de pegarle
un tirón a la madeja que se cargaría el lío moruno de una manera extraordinariamente
ruda. Enfundarse un donut, que se va
directamente allí donde la espalda pierde el nombre, es un buen antídoto contra
la barbarie primigenia que todos llevamos dentro, pese a los endocrinos.




