Barrunté durante semanas sobre la excepcionalidad, me pregunté sobre ella por pura curiosidad ante lo que mis ojos veían. En búsqueda de una respuesta convincente, me dediqué a observar, a escuchar, con una atención desmedida a todo aquel que se arrimó, de un modo u otro, a mi persona para intentar descubrir que era lo que los transformaba en excepcionales a los ojos de los demás.
Todos pensamos de alguien que es excepcional.
Todos pensamos de alguien que es excepcional.
A día de hoy, tras dar por finalizado el experimento que debía permitirme objetivar la circunstancia, o el hecho, que confiere la excepcionalidad a alguien, creo haber alcanzado la respuesta:
"Acostumbramos a considerar excepcional al que de un modo u otro rellena nuestras carencias".
Es por eso que la excepcionalidad del ser humano, en sus relaciones interpersonales, es tan efímera, como la fugacidad y temporalidad de lo carente.
Algunas cosas, algunas actitudes, algunas situaciones son tremendamente excepcionales. Sin embargo, por lo general, en nuestra humana globalidad, arrastramos una tremenda normalidad que acaba por imponerse a lo aparentemente excepcional, convirtiendo en arena al que se consideró el más duro y excepcional de los diamantes.
PD.: Las esculturas de Cornelia Parker (como la que aparece en la fotografía), son excepcionales, globalmente excepcionales, por su pétrea inmutabilidad.
Estoy teniendo un dejà vu...
ResponderEliminar:-)
Sí, tienes razón.
ResponderEliminarExcepcepcional en el sentido de llenar un hueco, que no puedes llenar con otra cosa.
Debes huir de excepcionalidades.
Debes llenarte a ti misma.
El agua lo llena todo lo que ocupa.
Lao Ti Zara