"La carne contra la carne produce un perfume,
pero el roce de las palabras no engendra sino sufrimiento y división".
Anaís Nin
Mientras
apagaba el cigarrillo, murmuró
quedamente, intentando ahogar su último lamento: “Cuando estás cerca se me
oscurece el alma y me engaño. He reconstruido mi vida negándote y, sin embargo,
han bastado dos minutos de saberte aquí, tan cerca, que he sentido la necesidad
de buscarte, de reencontrarte, aún sabiendo que con toda seguridad, contigo, me
equivocaba de nuevo. Pero necesitaba recorrer tu espalda, oler tu cabello y
perderme en esa humedad que escondes y que muestras a medias jugando al más
perverso de los juegos, sabiendo que no habrá un mañana. Cuando me vaya,
reduciré el mundo al recuerdo de esas milésimas de segundo en las que me llevé
los restos tu piel cálida con mi lengua desesperada. Con el tiempo, sin olvidar
nada, lo anotaré todo con la consternación del loco que por primera vez toma
consciencia de su locura. Pero ésta es la última vez, aunque ahora no me
creas”.
La miró
un último instante queriendo guardar el recuerdo de su imagen indolente,
seductora. Eva recostada ofreciéndose al diablo, mordisqueando con desgana una manzana
que intensificaba su veneno.
Cerró la
puerta pensando que la vida era una ironía, siendo ella la que daba el último
bocado, iba a ser él el que muriera al pie de la escalera de un apartamento
anodino
Esto me gusta -por lo que tiene de animal-:
ResponderEliminar...milésimas de segundo en las que me llevé los restos tu piel cálida con mi lengua desesperada...
Hay sabores que no se olvidan. El resto del tiempo está lleno de ausencias.
Un abrazo.