Ayer por la tarde reapareció
Pablo Iglesias ante los fieles a su partido político. Apareció y lo hizo con el
aspecto desaliñado que le caracteriza y las polémicas frases de las que a
menudo hace gala cuando quiere llamar la atención. Hace mucho tiempo que la
política de este país deja mucho que desear y que los que se sientan en los
sillones del Congreso de los Diputados dejaron de ser estadistas para
convertirse en filibusteros de la vida de los otros, de los ciudadanos de a pie
que esperan que aquellos que ostentan el poder legislativo y ejecutivo, se
dediquen a regular de una manera eficaz y eficiente la vida pública, la vida de todos. Pero eso ya no es así. Y
el día a día del panorama político se llena de frases grandilocuentes, de frases estúpidas y de
ideas delirantes de manera que, aquellos a los que les pagamos el sueldo con nuestros impuestos, nos ponen en la picota del desconcierto. Ayer, en un gesto de absoluta
megalomanía, de exacerbada estupidez, Pablo Iglesias dijo sentirse capaz de ser Presidente del Gobierno después de llevar tres meses limpiando los culos de sus hijos. Pero
olvida Iglesias que esa actividad, que se supone que a él le ha preparado para
ser presidente, no es más que la corriente de las actividades, que llevan a cabo no solo los que cuidan a sus hijos, sino también de aquellos que se ven en la
obligación de cuidar de sus padres ancianos, de sus familiares ya adultos, o incluso de sus parejas. Hacer de
lo corriente lo excepcional en este caso no demuestra absolutamente nada
trascendente, sólo pone en evidencia a quien se cree más importante que los demás por
el mero hecho de existir y hacer algo que el común de los mortales hace sin
tantas alharacas.
Pero este es el panorama que
tenemos y una parte importante de gente, entusiasmada por un movimiento, el del
15-M, que les llevó a seguir a un personaje a mi entender tan siniestro como
Iglesias, parece querer tragar discursos que se encuentran absolutamente
disociados de la vida de quien los realiza. Resulta incomprensible.
Algo
tiene que pasar porque nuestra sociedad no puede seguir en la inopia de quienes
se ponen al frente pensando, no en el bien común, sino en el propio y en la alimentación de ambiciones desmedidas. En materia
de egos, algunos se llevan la palma. Y muchos culos le quedan por limpiar a
todos, no de bebés que a todos enternecen, sino los de nuestros
mayores. Esos culos, esos pañales que nos revuelven las tripas y nos ponen frente
a la dureza de la vida y la necesidad de dejar de hacer el gilipollas. Conste
que Iglesias solo sirve de ejemplo porque como él, aunque de distinto color, tenemos muchos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario