Que la
sociedad se ha vuelto infantil e irresponsable es una afirmación que es difícil
ser refutada. Estos días, mientras se celebra uno de los juicios más
importantes que se ha dado a lo largo de la historia de España, esta idea va
calando cada vez más hondo. Unos cuantos, muchos si se quiere, pensaron que sus
actos obtusos y antidemocráticos, jaleados por otros que se creían por encima de
la Ley, engañaron y medraron hasta causar, no solo la parálisis de toda una
comunidad, sino la quiebra de las relaciones personales y profesionales de gran
parte de los habitantes de esa parte del país. Ha quedado en evidencia que
aquellos políticos, hoy sentados en el banquillo, actuaron sin escrúpulo alguno
aunque aun hoy llenan sus discursos y declaraciones de “voluntad del pueblo”, “democracia”, cuando en realidad se encuentran a años luz de una concepción democrática de la
sociedad y de la política. Escucharles declarar estos días, escuchar a los testigos, que van
compareciendo para explicar cómo se desarrollaron los hechos que mantuvieron en
vilo a la sociedad catalana durante los últimos meses del año 2017, resulta
estremecedor. Aquellos que tenían que velar por la convivencia, trabajar por el
bienestar de todos sus conciudadanos se abonaron a un actuar totalitario que
pretendía, y a un hoy pretende, anular a más de la otra mitad de
ciudadanos de Cataluña y al resto de gente de este país, mediante la imposición de una voluntad política que no se sostiene en mayoría alguna. Se pueden tener ideas
profundamente nacionalistas, separatistas incluso, aunque a muchos no nos gusten por el
componente excluyente, xenófobo,totalitario y poco solidario que tiene la
ideología nacionalista. Uno, incluso conociendo el desastre que para Europa conllevó la aplicación de postulados nacionalistas, se puede un colocar al lado de esa concepción social
tan retrograda. Pero lo que no se puede es intentar imponerla a nadie fuera de
las vías legalmente establecidas. Toda actuación conlleva una responsabilidad
y, de momento, una de ellas, es sentarse
ante un Tribunal para que se depuren las responsabilidades y, en su caso y si
pertoca, se castiguen los comportamientos que quebraron el Estado de Derecho y
han abocado al abismo a toda una sociedad. No es plato de gusto para nadie, ni
siquiera para los que no compartimos en absoluto la ideología nacionalista,
pero es necesario por salud democrática. La historia no será benevolente con aquellos que actúan con verdadero desprecio a la libertad, a la igualdad y contra el Estado de Derecho.
Es inaudito hasta qué punto han narcotizado a una parte de la población.
ResponderEliminarDesde luego, las acciones y la retórica que las acompañó en estas fecha y, todavía ahora en el juicio, no resiste un análisis basado en los principios de la lógica, no digo ya de teoría del Estado y fundamentos democráticos. Claro que la historia demostrará algún día la clase de demócratas que son.