lunes, 18 de julio de 2022

AVIONES PLATEADOS

 


Guardó el paquete de cigarrillos en el bolsillo. No quería fumar y quería fumar al mismo tiempo. No debía, pero quería. Las ganas le iban por libre y, cuando menos lo esperaba, la mano revolvía hasta dar con la cajetilla. Solo cuando la tenía sujeta se arrepentía y recordaba que no debía, aunque quisiera. Te falta voluntad, se dijo. Era cierto, no solo el evitar fumar le provocaba ese tormento que le rebotaba por dentro y le devolvía el mensaje de su poco fuste, de su tendencia a no soltar lo que sabía que no debía retener. Por eso estaba así, doblando cigarrillos para no fumarlos, revolviéndose en la cama cada vez que su ausencia se convertía en un peso en el pecho que solo se aliviaba si fumaba un poco. Todo un plan. Bebió un vaso de agua y salió a la terraza. Contó hasta cinco aviones, dos aterrizaban, tres despegaban. Vivir cerca del aeropuerto siempre le pareció una idea nefasta, hasta que dejó de dormir y el entretenimiento pasó a ser intentar identificar la compañía aérea. Demasiado avión para ser tan pronto. Demasiado rápido todo, demasiado funcional, demasiado precario. Volvió a la cama, se tumbo sobre ella y simuló formar volutas. Quería fumar y ya ni los aviones le servían.




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