jueves, 28 de julio de 2022

TOUCHÉ

 


Dejamos de lado algunas de las cosas que, sin ser necesarias, nos hacen la existencia menos común y más nuestra. Nos engañamos y se lo achacamos a la falta de tiempo. Pero el abandono casi siempre obedece a que el estímulo que nos mantenía en ellas se diluye entre el maremoto de lo cotidiano. No es el tiempo, somos nosotros y nuestra falsa necesidad. Lo necesario arrolla y lo inminente achica el espacio dejándolo cada vez más estrecho, más pequeño. Pienso, en plena contradicción mental, en la necesidad de mirar sin pensar en nada como la única manera de ver que vale la pena. La única forma en la que lo que pasa por los ojos llegue mucho más lejos de lo que siquiera se pueda intuir.  

Ayer, tumbada en la cama, volvió su tez cetrina, las canas despeinadas y el mismo gesto distraído que le vi en la infinidad de ocasiones que, desde el otro lado de la habitación, le buscaba sin otra misión que esperar a que terminara lo que estuviera haciendo para después salir a la calle. Ahora, perdida en esa nada tan cercana como inasequible a la vez, la existencia se alborota con imágenes que aparecen y desaparecen como los fotogramas de una película antigua. En el silencio, sobrevuela la idea de retomar lo aparcado en el camino. 

Todo sigue.



No hay comentarios:

Publicar un comentario