domingo, 7 de agosto de 2022

CITAS

 


Esta semana he leído un par de veces sobre la maldición de comenzar un texto con una cita. Pero yo no sé nada. Nada de nada y dudo de casi todo, incluso de los que establecen maldiciones siguiendo cánones que alguien estableció y nos creímos sin rechistar. Llegados a ese punto, me tropiezo con un artículo que empieza con un «No hay dos sin tres» y de manera automática me digo: ¡Ah!, fatalidad. Cita al canto. Pero después caigo en que esta frase hecha no es una cita en sentido estricto, sino una frase detestable con motivo y con razón. Pocas cosas pasan una sola vez en la vida más allá del nacer y el morir. El resto de acontecimientos, tanto los buenos como los malos, pueden sucederse, o no, tantas veces como a la vida le dé la gana. Cero, dos, tres, incluso cincuenta y tres. La probabilidad de vivir un amor apabullante, replicar un cáncer, ganar la lotería, vivir una guerra, o parir un hijo muerto, es tan aleatoria que el «No hay dos sin tres», puede convertirse en una sentencia del horror anticipatorio incluso para lo genial. Por eso cerrar el suplemento, limarse las uñas y dejar que la probabilidad de la sucesión de hechos vaya a su bola, es una opción más que deliciosa. Toca mantenerse en ese estado de fijo-discontinuo en el bienvivir mientras se pueda, y guardarlo en el recuerdo porque cuando llegue septiembre, que llegará, esto no lo arregla ni Dios.

 



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