No tengo ventana al exterior.
Cada cierto tiempo, cuando la pulsera fit me avisa que llevo demasiado tiempo
sentada, me levanto y me doy una vuelta hasta la entrada del edificio. Miro al cielo y después a la calle. Dejé,
hace un par de horas, un calor sofocante. Quedó en la puerta, pero ahora, al
asomarme de nuevo, recibo un bofetón térmico. Puede que haya llovido y yo no me
haya enterado. A veces, cuando uno menos lo espera, una tormenta empapa las
aceras y deja tras ella una promesa de humedad y castigo. Deshago el camino
para volver y subo por la escalera hasta la tercera planta que, en realidad, es
una cuarta mientras una gota de sudor me recorre la espalda hasta quedar atrapada
en el dique de contención de la cinturilla del pantalón. He dejado el aire
acondicionado puesto y al entrar noto ese frío artificial que se agarra a la
garganta y convierte el despacho en una extensión de la antigua Siberia. Me pongo
una chaqueta multiusos y no descarto traerme unos calcetines para los momentos en
los que las sandalias sean parte de un disfraz que aquí dentro, bajo una refrigeración
exagerada, no pega nada. Julio puede ser extraño y las pruebas ahí están, sobre tu mesa.
domingo, 3 de julio de 2022
JULIO 2.0
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