He vuelto a casa por Navidad, como el turrón. Llevo
un costurón en el cuerpo digno del mejor modisto del momento. Cada punto de la cadeneta es como un
canto a la alegría y la esperanza. No me puedo mover, hoy. Mañana será otra
cosa. La vida es eso que va pasando, mientras te empecinas en miles de paridas
que contaminan y olvidas que todo eso, lo atufante, es accesorio. Quiero creer que
el dolor de hoy es la salud del mañana, que la penitencia durará lo que dura un
cubito en un “whisky on the rocks”. Al final, no queda
otro que apretar los dientes y seguir adelante. Los disfrutones de la vida tenemos la
ventaja de ver cosas buenas en cualquier sitio. Pienso en la enorme suerte que
eso supone, mientras recojo con el dedo los restos de canela que han quedado en el
plato del desayuno. Miro el apósito ¡Vaya tela! Estoy en casa y eso es lo que
importa. Fin de la nota. Mañana, si se puede, más.
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