domingo, 31 de diciembre de 2023
COSAS QUE PASAN Y PASARÁN
viernes, 29 de diciembre de 2023
HUMO
domingo, 10 de diciembre de 2023
SO TENDER
Me dejé la bolsa preparada ayer
noche para evitar que, esta mañana, la pereza me forzara una excusa tan mala
como la de tener que buscar las cosas y meterlas en la mochila. Al llegar
apenas hay un par de personas. Se mueven a un ritmo tranquilo, acariciando el
agua. Dudo si unirme a ellos y entre los tres convertirnos en un ballet de
indolentes acariciadores que buscan en el agua la calidez que las sábanas de un
domingo a primera hora no dan. Pero yo, valiente como la que más, salgo al exterior y
mido la temperatura del agua con la punta del pie. Está bien para morir al
entrar y volver a morir al salir. Se entiende que no haya nadie aquí fuera y se
entiende también que el socorrista, que se aburre mientras vigila la nada, me
mire regular. Su misión, más allá de matar las horas mirando al vacío, está el salvar
a cualquier loco que en diciembre entre en la pileta y le dé un patatús.
Pero no hay nadie y a mí me apetece mucho, aunque haga frío y el socorrista me
mire regular. Podría desistir del empeño, volver al interior y seguir la
coreografía de los que nadan ahí dentro. Pero ya estoy aquí, frente al podio de
los perdedores, ya no hay vuelta atrás. Me apetece la soledad de la brazada y el
silencio que hay aquí fuera. El agua antes clorada, ahora ya no, me devuelve la
tranquilidad que cuando estoy fuera se me escapa por las costuras. Pienso en
cosas absurdas y le voy dando al reproductor para que las canciones avancen un
poco más deprisa que mis vueltas a la piscina. Nado escuchado música de jazz,
una locura que diría cualquiera. Pero hace ya mucho tiempo que dejó de
importarme lo que diga cualquiera. Doy un par de vueltas y me tumbo bocarriba,
pero aguanto poco. El frío te rompe pese al agua climatizada. Me muevo con
calma porque soy una Esther Williams venida a menos; porque soy como una
aceituna dentro de un Martini y porque “So tender” me agita y me calma y me
vuelve a agitar. Y necesito tumbarme panza arriba, otra vez, aunque los dedos de
los pies y los pezones se me congelen, y el corazón se me parta un poco más
antes de llegar a la otra orilla.
miércoles, 6 de diciembre de 2023
DIEZ HORAS Y MEDIA
Llevo diez horas y media en la sala de espera de un gran hospital público. El tiempo de espera va subiendo de manera exponencial a medida que pasa el tiempo que se supone debía de reducir la espera que empezó siendo de seis horas. No podía imaginar que mi puente iba a empezar así. Pero me sostengo a base de dosificar el optimismo al pensar que estamos así para ir a mejor. El optimismo del idiota esperanzado, no lo niego. Aquí todos estamos pendientes, todos esperamos toqueteando los teléfonos móviles para anestesiar la espera. Las app también han llegado a las urgencias hospitalarias para entretenerse activándolas, una y otra vez, como si de verdad hicieran un seguimiento en tiempo real del paso del paciente por urgencias. Una mentira más con la que nos miente la tecnología.
Las horas empiezan a pesar y ya queda poco por descubrir en esta sala. Tiene forma de L. En uno de los extremos estamos los familiares y acompañantes; en el otro, gente de la calle que ha encontrado en este 365/24 un lugar en el que pasar la noche alejados del peligro, cerca de un baño con agua y de enchufes en los que recargar el móvil. Al principio no me he dado cuenta, quizá porque andaba muy metida en lo mío, con la preocupación a cuestas del que llega por necesidad y sin saber nada. Pasan los vigilantes de seguridad y nos miran, les miran. Controlan y se van haciendo la vista gorda dejando a los durmientes haciendo su noche particular y a los demás, apesadumbrados en una vigilia nada querida.
Tengo sueño, mucho. Tengo frío, bastante y tengo miedo. Quiero escuchar el “familiares de…” para poder gestionar la incerteza; para poder dejar de mirar con asombro al otro lado de esta sala; para saber qué más allá de los puentes rotos, del sueño que aprieta, de la enfermedad y de la tristeza, existe una casa caliente, mi casa, que me espera como refugio en todos los sentidos.