Todos conocemos a alguien que nos parece un saco de
mierda y si bien es verdad que las ganas de escupírselo a la cara no son
pocas, la urbanidad y el control de los impulsos evitan que se lo soltemos en
cuanto el sujeto asoma la patita por nuestro horizonte. Pero, parece que si
quien suelta la burrada es un ministro, y lo hace en las redes sociales, la
gravedad es menor y hordas de seguidores, olvidando el buen hacer, aplauden la
boutade que no tolerarían en otro. La altura de la política actual, ya la
tienen, la de un saco de mierda.
***
Miró al frente, como si supiera que a la caída de la
línea del horizonte le esperaba de pie, con las manos en los bolsillos, mirando
al frente y con la misma idea loca de que ese espacio que existía entre los dos
les unía más que lo que les separaba. Arde Berlín.
***
Pasó mayo y con los primeros días de junio, cuando el
calor empezaba a colarse de rondón, estalló una extraña primavera que se llevó
por delante los trazos marcados hasta entonces. Y llegó el verano, suelto y
ansioso, dibujando a cada minuto una línea apenas visible que llevaba desde la
nada hasta las ganas feroces de besar su boca. Y llegó septiembre, el ansia se
convirtió en barro, sin que un puto semáforo cambiara su luz roja por una alentadora
ámbar.
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