El espacio entre los dos
lo ocupa un silencio excesivo. Concluyó que algo le preocupa más de la cuenta.
Y aunque puede contarlo, lo evita. Trampeo como puedo y sorteo sus caballones marcándome
un farol tras otro para poder seguir.
Acumulamos unos cuantos desastres. Un fajo de ilusiones que, por obsoletas, se convirtieron en una sarta de ambiciones aparcadas con los que nos adornamos la vida durante tanto tiempo que ahora parece imposible medirlo de una manera racional. Quiero marcharme de esa ofuscación, tanto como quedarme. La diferencia entre lo uno y lo otro, no depende de nada, ni siquiera de nadie. Dispara y la bala se extravía entre su mugre y la mía. Pero la culpa no es suya, tampoco mía. Es solo la vida que acostumbra a ponerse cuesta arriba y al final, cuando crees tener una respuesta, todo se esfuma y vuelta a empezar.
Acumulamos unos cuantos desastres. Un fajo de ilusiones que, por obsoletas, se convirtieron en una sarta de ambiciones aparcadas con los que nos adornamos la vida durante tanto tiempo que ahora parece imposible medirlo de una manera racional. Quiero marcharme de esa ofuscación, tanto como quedarme. La diferencia entre lo uno y lo otro, no depende de nada, ni siquiera de nadie. Dispara y la bala se extravía entre su mugre y la mía. Pero la culpa no es suya, tampoco mía. Es solo la vida que acostumbra a ponerse cuesta arriba y al final, cuando crees tener una respuesta, todo se esfuma y vuelta a empezar.
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