Pasas
meses esperando que lleguen las vacaciones, las que sean, y cuando te quieres
dar cuenta no solo ya están aquí, sino que ya han terminado y apenas queda
rastro de toda aquella ilusión que tenías porque, ¡Por fin!, ibas a tener
tiempo para dormir un poco más; leer un poco más; cocinar un poco más,
dedicarte un poco más tiempo a los tuyos, a ti y a tu persona, esa que se cansa
de que todo sea solo «un poco más». Todo borrado de un solo ¡puf!, y todo zanjado
en un “solo un poquitito más”. Pero no me quejo, o sí. Pero la verdad es que
estos días en casa no han estado nada mal. «Ben-Hur» en el cine y redescubrir que
el televisor es el medio menos adecuado para ver según qué películas. Empanadas
de patata y atún siguiendo la receta de un blog de recetas polacas, que
acabo tuneando porque, aunque esto es la Polonia chica, me faltan la mitad de
las cosas. Acabo «Golpe magistral» de Jessica Anthony para compensar lo
pretencioso y malicioso que me pareció el «Podrías hacer de esto algo bonito»
de Maggie Smith que termine hace unos días. La culpa siempre es del otro, también en este caso. Y finalmente,
para cerrar el festivo que se acaba mucho más pronto que lo que llega, pongo a un volumen razonable, un
concierto de Abdulla Ibrahim que me provoca ligeros desmayos entre la
cocina y el salón, mientras apuro un vermut que me han preparado con mucho
gusto.
Mañana
vuelve la vorágine y el vivir mi vida y parte de la de otros con demasiada prisa, algo que cada vez
me gusta menos, pero de lo que no estoy a tiempo de apearme. Y mañana, también,
vuelve el espejismo de que los cuarenta minutos de transporte público hasta el
trabajo que son los que marcan la banda sonora del día y que, con suerte y si
la batería lo permite, será el anticipo de lo que escucharé en el camino de
vuelta, mientras intento borrar el poso, a veces nada bonito, que nos deja esa
vida de otros.
Intento estirar este último festivo lo máximo que puedo mientras escucho que ha fallecido el Papa Francisco. Modifico la lista de reproducción que llevo en el teléfono y le sumo el «Don't you, forget about me» de toda la vida de Dios. Con suerte, la tararearé no menos de diez o doce veces durante los próximos días. Mientras, iremos sobreviviendo y el camarlengo, o quien sea, nos irá informando de cómo se sucede la cosa vaticana que no es moco de pavo.
Intento estirar este último festivo lo máximo que puedo mientras escucho que ha fallecido el Papa Francisco. Modifico la lista de reproducción que llevo en el teléfono y le sumo el «Don't you, forget about me» de toda la vida de Dios. Con suerte, la tararearé no menos de diez o doce veces durante los próximos días. Mientras, iremos sobreviviendo y el camarlengo, o quien sea, nos irá informando de cómo se sucede la cosa vaticana que no es moco de pavo.