No se puede ir por ahí construyendo un mundo mejor para la gente.
Sólo la gente puede construir un mundo mejor para la gente.
Si no, es solamente una jaula.
Una de las
cualidades de las que disponen los mejores amigos es esa que hace que, como si
de un milagro se tratara, cuando los necesitas aparezcan y se te arrimen a la
vera para arrancarte el mal rollo y contagiarte, de nuevo, las risas que
siempre habéis tenido en común. Los grandes amigos se convierten en esa esponja
maravillosa que absorbe las penas y las tribulaciones
para escurrirlas sobre el agujero de la pica hasta que desaparezcan o, si el
agujero es demasiado estrecho y la cosa muy grande, para diluirla y desacralizarla de tu mundo enano. Son amigos a los que miras de frente sin tener que disfrazar
lo que tus ojos por sí solos delatan. Amigos que te saben, que tiene un radar
que detecta cuando te pasas de frenada o vas tan al ralentí que necesitas una
buena dosis de cualquier cosa que te haga virar el rumbo. Vale un café, una
llamada, incluso una sesión de limpieza de baños. Amigos que a veces se pierden
en tus discursos atolondrados, en tus alegrías magnificadas o en tus tristezas
desbordadas y, pese a eso, son capaces de cerrar el interruptor de la luz y
esperar a que se te pase la borrachera vital.
Esos mejores amigos
son los que son, y ellos lo saben.
Una fortuna tenerlos. Y a veces un milagro.
ResponderEliminarLa verdad es que sí. Y hay que procurar no confundirlos con los advenedizos que esos acaban desapareciendo a veces sin que uno sepa demasiado bien, ni como llegaron ni porqué se fueron.
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