Hay lugares que tememos, lugares que soñamos,
lugares de los que nos convertimos en exiliados sin darnos cuenta hasta que, a
veces, ya es demasiado tarde.
Tomas Pynchon
Fue, quizás, la noche
más interesante de todo el verano. Quedamos para tomar una copa y aliviar los
rigores del agosto urbano en la terraza de un hotel cercano a casa. Desde la
azotea, con la brisa de las noches leves, pasaron las horas sin que nos diéramos
cuenta. La percepción del tiempo siempre es caprichosa, una demanda de atención
extrema cuando el horizonte pinta negro y que se disipa, sin despedirse,
cuando no hay nada más que calma.
Hablamos mucho, casi tanto como nos escuchamos. Todos guardamos historias curiosas hechas a la medida de las
rutinas de vidas corrientes, con las que jugamos para intentar convertirlas en
una trama extraordinaria. En el oficio de vivir, la ficción también es
necesaria.
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