sábado, 15 de octubre de 2016

COSAS QUE PASAN


El futuro se nos ha caído encima hecho pedazos.
Don DeLillo


Mientras tomamos un café, mi madre, mujer nacida en los años treinta, con una guerra y una posguerra a sus espaldas, y unos estudios recortados por la necesidad, dice no entender a esta generación. Mi madre, pese a las dificultades de unos ojos que van perdiendo visión a marchas forzadas, lee y lee mucho. Y, aunque nunca ha sido una gran aficionada a la música, sabe perfectamente quién es Bob Dylan, incluso disfruta con él. Esta mujer, con un buen puñado de hijos y de historias a la espalda, cree que nos complicamos mucho la vida, más de lo que nos interesa y nos conviene porque, encima, esas complicaciones con las que nos emperramos son los suficientemente estúpidas como para avergonzarnos en cuanto nos salen por la boca y entran por los oídos de aquellos que saben lo que son las penurias económicas y morales. Por eso, cuando le cuento que la polémica de la semana es el premio Nobel de literatura, chista la lengua y mueve la cabeza en un gesto para indicarme que menuda tontería le estoy contando. Remueve la taza con calma, dice que la leche está demasiado caliente y mientras espera que se enfríe un poco, como el que no quiere la cosa, apunta que las cosas son lo que son, aunque las llamemos de cualquier otra manera, y que el único premio que al final cuenta es haber vivido sin perder el tiempo en estupideces, disfrutando de lo que a uno le gusta, sea con premio o sin él, y sino que se lo pregunten a Don DeLillo, incluso al propio Bob Dylan.









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