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domingo, 9 de febrero de 2020

EL CHARLATÁN





«Entiéndame, caballero, ¿Sabe lo que significa que uno no tenga un lugar adonde ir» La pregunta que Marmeladov le había hecho la víspera le acudió de pronto a la mente. «Pues todo hombre debe tener un lugar adonde ir.»
Fiódor Dostoyevski. Crimen y Castigo







Aprendió a comunicarse enviando notas que dejaba por ahí, perdidas en cualquier sitio, sabiendo que quien las buscara las encontraría a poco que prestará un poco de atención. En la era digital, cualquier bit contiene una información preciosa y precisa. Por eso las notas las escribía de cualquier manera y en cualquier sitio, para dispararlas más tarde con la precisión de un arquero. A veces, mientras esperaba el autobús, garabateaba un trozo de papel que guardaba con prisa al verlo doblar la esquina, como si en aquellos cuatro esbozos contuvieran la vida entera que después lanzaría a la nada para que fueran cazadas al vuelo. La ausencia relativa y el coraje de sortearla encuentra siempre vías curiosas para seguir pendiente del filo de la navaja. Hablar sin hablarse. Comunicarse entre mudos y sordos con una especie de monólogos destartalados que, perdidos por ahí, siempre encuentran su encaje. Rarezas que cimbrean alrededor de un mundo extraño.



miércoles, 10 de enero de 2018

MI MANIFIESTO





Nací mujer sin escogerlo y lo hice en el seno de una familia en el que el número de mujeres siempre ha predominado sobre el de los hombre. He tenido la inmensa suerte de hacerlo en una parte del mundo y en un tiempo en el que mis derechos como persona se respetan y que su vulneración puede ser denunciada ante los organismos competentes para que me los restablezcan en caso de que, como digo, se me quebranten. Nacer así es una suerte; y que un buen número de personas haya trabajado durante años para que la igualdad entre hombres y mujeres sea una realidad, también lo es. 

No voy a decir que aun a día de hoy, cuando la igualdad formal es una realidad, no queden situaciones que no deban ser solventadas para que esa formalidad legal sea una realidad absoluta. Pero partiendo de la existencia de situaciones de discriminación y abuso por razón de sexo, no voy a posicionarme jamás frente a aquellos grupos que han empezado a considerar que el hombre es el enemigo a batir, que detrás de cada pantalón existe un agresor sexual en potencia. Los delitos y las desigualdades hay que perseguirlas y el peso de la ley recaer sobre los autores, tengan el género que tengan.

Corren malos tiempos para las mujeres, no solo por la persistencia de las situaciones de desigualdad y violencia que se dan, sino porque están surgiendo determinados movimientos que se califican de feministas que en realidad están tratando a las mujeres como unas disminuidas, sin capacidad de reacción individual, víctima permanente de todo, que debe ser rescatada por otras mujeres que saben bien lo que a ellas les conviene. Alejarse de la línea de estos movimientos populistas (que son capaces de señalar la “mortadela” como un símbolo machista y patriarcal, porque entienden que el nombre del embutido en cuestión anticipa el concepto de “la muerte de ella”. Esto que transcribo no es ni un chiste, ni una broma fácil), es colocarse al lado del hombre malo, perpetuar el machismo y el patriarcado. Pero este posicionamiento, vacío de un contenido que permita la igualdad real, que no aporta solución alguna, hace un flaco favor a la sociedad, sobre todo a las mujeres. Algunas "modernidades" no son más que un retroceso en nuestras propias capacidades y derechos a los que no debemos sucumbir. Por eso es importante levantar la mano para decir que nosotras mismas no estamos de acuerdo con esos postulados, y por eso es importante que se den manifiesto como el que el periódico "Le Monde" publicó el día 8 de enero de 2018 y que ha sido suscrito por un nutrido grupo de mujeres francesas mostrando su oposición a esta nueva corriente tan reaccionaria que quiere parecer todo lo contrario.

La necesidad de información y crecer en valores de igualdad es una reivindicación constante que no debemos dejar de lado. Debemos ser libres e iguales en derechos, condiciones y obligaciones y poder tomar nuestras propias decisiones sin que otras mujeres nos señalen con el dedo por alejarnos de esos postulados "maternalistas" con los que pretenden envolvernos. 
La elección de cada una deber poder se libre y no permanentemente cuestionadas por quienes se han autoproclamado adalides de la causa feminista. 
Es por esta igual real por la que todos, absolutamente todos debemos trabajar. Lo demás es solo una cantinela que da de comer a unas cuantas personas que a la hora de la verdad no son más que un sinfín de complejos agrupados bajo la piel de un ser humano.




sábado, 15 de octubre de 2016

COSAS QUE PASAN


El futuro se nos ha caído encima hecho pedazos.
Don DeLillo


Mientras tomamos un café, mi madre, mujer nacida en los años treinta, con una guerra y una posguerra a sus espaldas, y unos estudios recortados por la necesidad, dice no entender a esta generación. Mi madre, pese a las dificultades de unos ojos que van perdiendo visión a marchas forzadas, lee y lee mucho. Y, aunque nunca ha sido una gran aficionada a la música, sabe perfectamente quién es Bob Dylan, incluso disfruta con él. Esta mujer, con un buen puñado de hijos y de historias a la espalda, cree que nos complicamos mucho la vida, más de lo que nos interesa y nos conviene porque, encima, esas complicaciones con las que nos emperramos son los suficientemente estúpidas como para avergonzarnos en cuanto nos salen por la boca y entran por los oídos de aquellos que saben lo que son las penurias económicas y morales. Por eso, cuando le cuento que la polémica de la semana es el premio Nobel de literatura, chista la lengua y mueve la cabeza en un gesto para indicarme que menuda tontería le estoy contando. Remueve la taza con calma, dice que la leche está demasiado caliente y mientras espera que se enfríe un poco, como el que no quiere la cosa, apunta que las cosas son lo que son, aunque las llamemos de cualquier otra manera, y que el único premio que al final cuenta es haber vivido sin perder el tiempo en estupideces, disfrutando de lo que a uno le gusta, sea con premio o sin él, y sino que se lo pregunten a Don DeLillo, incluso al propio Bob Dylan.









miércoles, 18 de mayo de 2016

AD NAUSEAM


El hombre no tiene naturaleza, sólo tiene historia.
José Ortega y Gasset




El amanecer es más lánguido de lo normal, como si el día supiera que va fajarse con la ignominia que suponen las decisiones de otros. Recibir en las instituciones parlamentarias, democráticas, a quien ha sembrado durante años el terror y ha defendido la muerte como medio para la imposición de sus posturas es, cuanto menos, una muy mala noticia. Para disfrazar el hecho de que se está legitimando el uso de la fuerza y del miedo como un modo legítimo de actuación, nos hablan de tiempos de paz, de nuevos momentos de libertad. Pero no hay mayor mentira, ni perversión, que la utilización de esos argumentos que faltan a la verdad. En España existe un sistema democrático desde el año 1978, con la promulgación de la Constitución, y eso no hizo retroceder ni un milímetro las garras de los que decidieron matarnos reventándonos por las esquinas o descerrajándonos un tiro en la nuca. Y el tiempo ha pasado, es cierto, pero nada ha cambiado, porque los que hemos sufrido el terrorismo en este país seguimos siendo los mismos, bajo el mismo sistema.  Creímos haberles derrotado pero no es cierto. La única verdad es que ETA no mata pero, aunque no nos guste, el tiempo y los hechos demuestran que ellos han ganado. Lo de hoy, con Otegui dando lecciones por el mundo, es una buena prueba. Pero no debemos olvidar que no puede haber paz sin arrepentimiento, sin que quienes nos agredieron durante años, nos coartaron la libertad y aplicaron el régimen del terror, pidan perdón. La sociedad, y las víctimas en particular, decidirá si quiere o no perdonar. Otegui se paseará hoy por el Parlamento catalán sin haber pedido jamás perdón por sus muertos. Muertos que son suyos aunque la pistola, la bomba o lo que sea, la pusiera o la disparara otro. Todos fuimos víctimas del terror. No puede ensalzarse, sin que la sociedad democrática muera un poco más, a los que han atentado contra la vida y la integridad  física de sus conciudadanos y no han mostrado un ápice de arrepentimiento. La legitimación de la violencia en detrimento de la vida, de la libertad, es lo que hoy se presenta ante lo que debería ser el puntal de una sociedad que antepone los derechos humanos a cualquier ideología. Corren malos tiempos para la decencia, la legalidad y el sistema democrático. A las victimas de Hipercor, de la casa cuartel de Vic, al propio Ernest LLuch, entre otros muchos, los estamos matando otra vez. Eso no lo deberíamos olvidar.






sábado, 24 de octubre de 2015

ENTRE LOS DEDOS




Yo soy una violeta y un aliso, lo frío y lo tibio en la carne.
Pier Paolo Pasolini


La única respuesta que puedo dar es que hablar contigo es una necesidad que no se acaba nunca. Que cuando la vida se atraviesa, convirtiéndose en un páramo silencioso, el recuerdo de tu voz la envenena, haciéndola difícil, estéril, casi hueca. Agua que se pierde inútilmente entre los dedos, nada la puede retener. Intento, una y otra vez, que la tormenta escampe, que se aleje y se estrelle contra cualquier sombra ajena, pero siempre aparecen los monólogos sostenidos en silencio, con los dientes clavados en la almohada, para no perder la costumbre, por si vuelves. Al amanecer todo pasa y las antiguas heridas se transforman en pequeñas cicatrices, casi invisibles, que salvaguardan el recuerdo. Siempre tú, en la otra orilla, bañado de inconstancia, del temor a los labios que pronuncian tu nombre.





domingo, 11 de enero de 2015

COLAS QUE NO SON RABOS


"Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo y hechizar las autopistas.
Creo en la migraña, en el tedio de la tarde, el miedo al calendario,
 la perfidia de los relojes... creo en las gasolineras abandonadas 
(más bellas que el Taj Mahal)... creo en nada". 


Casi todas las cosas tienen un algo que las hace diferentes, puede que tenga algo que ver con la manera en que las miramos y en cómo se las explicamos a otros. Ambas cosas tienen mucho que ver con el estado de ánimo en el que nos encontramos en cada momento. De manera que puede que algo tan fastidioso como una cola ante un mostrador de facturación pueda darte feliz oportunidad de descubrir, si el tiempo y el humor de acompañan, que en las Islas Aran se cría la mejor lana del mundo, que esa información te produzca una una enorme satisfacción que almacenas en tu disco duro para que en la próxima oportunidad que tengas de pisar la verde Irlanda intentes hacerte con un jersey que protegería la mismo Amundsen del gélido hielo. O puede que en esa misma cola, en la que ni el tiempo ni el humor te acompañen, saques a la peor bestia que habita en tu interior y aparezca ante el niño que berrea y que aunque no levanta un palmo del suelo, ya ha tirado dos maletas, ha lanzado el botellín de batido contra la abuelita Paz que acompaña a la familia vecina y tengas ganas de estrangular, no al infante, sino a los padres que lo parieron por no frenar a tal engendro del demonio.

Puede que por eso precisamente, porque cada uno vemos lo que vemos aunque frente a la nariz tengamos exactamente lo mismo, esta misma mañana, la demora en mi vuelo a la que suscribe le haya parecido una tortura, una especie de castigo a su díscolo comportamiento y, sin embargo,  a los muchachos que me precedía en la cola (uno que debía embarcar un par de horas más tarde hacia una ciudad del norte y una que debía embarcarse en mi mismo avión), ese retraso les pareciera una especie de premio de consolación ante la inminente separación y por eso lo celebraban comiéndose a besos ante el resto del pasaje.

Ver y mirar nada tienen que ver. Lo mismo que nada tiene que ver la ida con la vuelta, el amor con el querer, el vicio con el fornicio, ni la lana de aran con la lana merina. Aunque yo de esto último no sé mucho, pero por si acaso y como el humor esta tarde me acompaña, puede que anote en la lista de propósitos hacerme con un jersey de las islas Aran, pues nunca se sabe y, al final, como es bien conocido, a la que suscribe, que tiene intención de terminar en una mecedora sentada en el porche de una granja en Las Feroe, el suéter en cuestión le venga fenomenal.


jueves, 10 de julio de 2014

MACMINE BRIDGE


"Y mientras el tren cruzaba Macmine Bridge en dirección a Wexford,Eilis imaginó los años venideros,
 cuando aquellas palabras significarían cada vez menos para el hombre que las había escuchado y cada vez más para ella. Casi sonrió al pensar en ello, después cerró los ojos e intentó no imaginar nada más".


El manido “las casualidades no existe” es un dicho al que recurro con frecuencia porque realmente creo que es así. Una cosa llama a otra, o la atrae, o la repele, pero no hay nada que se presente sin una motivación previa, o lo que sea previo. Lo creo de verdad. La vida de cada uno se conforma a base de los eslabones, a modo de cadena, que se van formando con las elecciones que realizamos en cada momento. Escoger una cosa u otra, relacionarse con unos o con otros, va a configurar el mañana de una manera muy precisa. No creo en la predeterminación de nada, pero tampoco en un azar misterioso y mágico que lleva a que las cosas sucedan porque sí. Nuestras decisiones, para bien o para mal, nos llevan a un futuro que poco a poco se dirige hacia el lugar en el que terminaremos, lo queramos o no, porque somos la consecuencia de nosotros mismos.

Si tuviera que explicar el motivo por el que esta tarde me hago esta reflexión podría simplificarlo en un: Al final nada fue casual, ni siquiera ésto que ahora escribo. Hace apenas unas semanas leía un artículo de Enrique Vila-Matas  en el que mencionaba a Colm Tóibín y  su modo de escribir. Pocos días antes había comprado un ejemplar de bolsillo de “Brooklyn” para leer en el AVE. Tres horas de ida y tres horas de vuelta, con el móvil apagado y sin que nadie te moleste, dan para mucho leer. Y leí intentando que mi ánimo no se viera influenciado, por Eilis*, por los giros que va dando su vida a fuerza de decisiones que parecen siempre adoptadas por otros que no sea ella misma, y por esa fotografía banal que cobrará una trascendencia simbólica con una carga vital absoluta. Difícil, sinceramente. Los que leemos leyendo de verdad tenemos complicado el abstraernos de lo que les pasa a esos compañeros de viaje que escogemos entre el papel si, como es el caso, el que lo escribe lo hace de un modo tan absolutamente bien que terminas incrustado dentro de la novela, colocado de un modo expectante sobre el hombro de alguno de los personajes, en mi caso y con “Brooklyn”, sobre el hombro de Eilis.

A finales de la semana pasada, recibí una invitación. Colm Tóibín estaría en Barcelona. Nada de literatura, al menos de la propia, y sí alguna referencia a la de George Orwell. Tóibín venía a casa para hablar precisamente sobre el “Homenaje a Cataluña” de Orwell, de su estancia en la Barcelona de 1.936, de los movimientos anarquista catalanes, del destino del POUM, de las posturas burguesas ante los cambios sociales de la época, de la transición de Orwell desde posicionamientos antifascistas a posicionamientos anti-stalinistas, de su huida a Francia antes de terminar en manos de unos u otros (al parecer, todos tenían algo por lo qué perseguirle). Continuó su charla hablando sobre la transición de este país, de su propia vivencia en el año 75, de la democracia que hoy nos duele por las costuras, y de la necesaria reconciliación entre los bandos de una guerra civil fratricida.




Debo decir que fue un absoluto placer escucharle, sobre todo porque más allá de lo anecdótico o incluso de la carga ideológica que su charla pudiera tener, hay algo que siempre es de agradecer a los buenos oradores y es que estén informados, sean capaces de provocar que cuando vuelvas a casa sigas pensando en lo dicho, aunque puedas no estar de acuerdo y extraer tus propias conclusiones. Sin embargo, cuando me preguntaron qué me había parecido la jornada, además de decir que total y rotundamente estupenda, no pude evitar decir que me había quedado con mi copla por dentro, con mi necesidad de agarrarle de la pechera, con la intensidad que mi propia comezón demanda, y preguntarle: ¿Cómo se puede escribir algo como “Brooklyn” y no morir en mitad del camino? La casualidad no existe y yo estaba allí para preguntarle sobre ello, debí preguntárselo allí mismo, lo sé.




* Eilis es la protagonista de la novela "Brooklyn" de Colm Tóibín.


lunes, 14 de abril de 2014

MONOLOGOS INTERNOS


"Una nación que gasta más dinero en armamento militar
 que en programas sociales se acerca a la muerte espiritual."


Cada treinta minutos entra por la puerta una persona que aboca un sinfín de problemas y angustias para los que no tenemos recursos y por tanto, pocas soluciones. Los que codo con codo nos batimos el cobre con la desesperanza hemos pensado en cambiar el nombre del servicio. Hace algún tiempo, los políticos decidieron ponerle uno muy rimbombante y progresista, pero por obra y gracia de los recortes, aquella “cosa” tan innovadora que iba a traer seguridad, cooperación y tranquilidad al ciudadano, se ha quedado en menos que cero. Hacemos lo que podemos y eso se circunscribe, en la mayoría de ocasiones, a escuchar a quien tenemos enfrente, hacerlo con verdadero interés y no juzgar las decisiones que esa gente que acude angustiada, porque no queda otra, se ve en la necesidad de adoptar.

Dicen los que entienden sobre recursos humanos, que las personas que trabajan con “material sensible”,  material humano para ser más concretos, precisan, para que el grupo funcione, que no se desmorone y de un buen servicio, que se les cuide y se les de soporte y áreas de recuperación incluso emocional. Intentar que  formen una piña compacta, unida, pero conseguir algo así, una base solida, es tan difícil como hacer pasar un camello por el ojo de un alfiler. Pero, en esto, aquí, al menos hemos tenido suerte.

En los últimos meses esa capacidad de escucha la hemos desarrollado de un modo espectacular, hemos bordeado los límites de las condiciones de trabajo para que quienes nos buscan pudiera sacar, ni que fuera por un instante, la nariz fuera del agua para tomar aire y poder seguir buceando, mientras llega la tan cacareada mejoría. Recomendar trabajar en la economía sumergida no es políticamente correcto pero es socialmente necesario cuando las cosas están como están en este momento. Por eso no me duelen prendas cuando a alguien le digo que no pague determinadas cosas, impuestos o tasas por ejemplo, porque primero está el comer, o cuando tengo que suscribir o rubrico algunas cosas que a otros les parecen una temeridad.

En estos momentos no tenemos nada, y cuando digo nada, es nada que ofrecer en cuanto a recursos económicos para solventar los dramas que caen cada ciertos minutos como los granos de arena del reloj imaginario que manejamos. La magia no existe y los poderes sobrenaturales tampoco, por eso los problemas que llegan han conseguido convertirnos en perfectos escuchantes y en elaboradores de soluciones imaginativas que sostienen la precariedad de muchos, como se puede, intentando que no pierdan la dignidad, ni la esperanza. De vez en cuando el encaje de bolillos del “oye, yo tengo a alguien que...” con un “acabo de ver a fulanito que puede...", funciona y lo que parecía imposible se convierte en una realidad aunque se sostenga sobre unos mimbres flacos y un tanto secos.  

Dicen que las cosas están cambiando, dicen que vamos a mejor, pero yo no lo veo, y lo que es peor, ni siquiera lo creo.  Solo sé que sigo escuchando, poniendo parches, bordeando el límite para que el que asoma la cabeza por mi cubículo, en el que ya solo tengo un teclado y un par de oídos, crea y confíe en que nuestro servicio sirve para algo, aunque los que mandan, los que de verdad deciden, crean que ya no servimos para nada nos tengan en el limbo de lo prescindible.





miércoles, 11 de septiembre de 2013

¿Y SI TODOS FUERAMOS COMO SUGAR MAN?


"Estoy aquí fuera, a mil millas de mi casa,
 andando un camino en que otros hombres han sucumbido".

Es miércoles, fiesta local, y después de una comida en familia, de esas que te apetecen de veras porque,  debe ser cosa de la edad, es entre ese dispar grupúsculo donde te sientes más cómodo, en el que no tienes que explicar nada porque lo harás cuando quieras, y porque no tienes que impostar lo que no quieres. Después de esa comida, arropada en el sofá junto a mi hermana mayor, nos olvidamos de cadenas humanas y de lo que pasa de puertas hacia fuera, encendemos el DVD, empieza “Searching  for Sugar Man”.


 


No voy a explicarles el documental, tienen cientos de webs, de blogs,  en los  que les explicarán mejor que yo su historia. Pero puedo asegurarles que vale la pena. Después de verla, con la boca abierta de puro alucine, sólo puedo preguntarme: ¿Cómo fue posible toda esta historia de Sixto Rodríguez? ¿Por qué fracasan los buenos  proyectos y terminan aparcados, de modo definitivo, en cunetas anónimas? ¿Por qué la mediocridad arrolla lo bueno, lo genial, despedazándole cualquier posibilidad? ¿Es posible desaparecer del mundo? ¿Existe la suerte? ¿Podemos controlar nuestra existencia? ¿Qué es la vida?


 
La vida, al final, es lo que es, y pocas veces se parece a lo que uno creía que sería o esperaba que llegara a ser. Pero tengo una de las respuestas a las preguntas anteriores, desaparecer no es posible, no lo es cuando lo que uno lleva dentro traspasa lo normal. Cuesta encontrar la explicación al motivo por el que algo triunfa o deja de triunfar.

No dejen de ver “Searching for Sugar Man” y piensen en su vida, en lo que fue, en lo que es, en lo que pretendían que llegara a ser. 




domingo, 12 de mayo de 2013

BLACK BIRD


                                                                                                "Like a rolling stone"


Cierran la tarde de un oscuro domingo
pensamientos fríos.
Secuestran entre sus tinieblas, rumores negros,
figuras indiferente entre volutas sucias.
Es la inmovilidad de días que arrancan la esperanza diminuta.

Todo fuera del alcance, lejano
Las ideas se balancean entre el temor y la nada.
Estiras el brazo intentado alcanzar la soga
pero llegas tarde y todo, absolutamente todo, se trunca

No soy yo, eres tú; no eres tú soy yo
Y el tiempo, obtuso, se lleva las tardes,
 ignorante, de que sólo se lleva ruido.
Ruido y nada más.