"Y mientras el tren cruzaba Macmine Bridge en dirección a Wexford,Eilis imaginó los años venideros,
cuando aquellas palabras significarían cada vez menos para el hombre que las había escuchado y cada vez más para ella. Casi sonrió al pensar en ello, después cerró los ojos e intentó no imaginar nada más".
El
manido “las casualidades no existe” es un dicho al que recurro con frecuencia
porque realmente creo que es así. Una cosa llama a otra, o la atrae, o la
repele, pero no hay nada que se presente sin una motivación previa, o lo que sea previo.
Lo creo de verdad. La vida de cada uno se conforma a base de los eslabones, a
modo de cadena, que se van formando con las elecciones que realizamos en
cada momento. Escoger una cosa u otra, relacionarse con unos o con otros, va a configurar el mañana de una manera muy precisa. No creo
en la predeterminación de nada, pero tampoco en un azar misterioso y mágico que
lleva a que las cosas sucedan porque sí. Nuestras decisiones, para bien o para
mal, nos llevan a un futuro que poco a poco se dirige hacia el lugar en el que
terminaremos, lo queramos o no, porque somos la consecuencia de nosotros mismos.
Si
tuviera que explicar el motivo por el que esta tarde me hago esta reflexión podría
simplificarlo en un: Al final nada fue casual, ni siquiera ésto que ahora
escribo. Hace apenas unas semanas leía un artículo de Enrique Vila-Matas en el que mencionaba a Colm Tóibín y su
modo de escribir. Pocos días antes había comprado un ejemplar de bolsillo de “Brooklyn”
para leer en el AVE. Tres horas de ida y
tres horas de vuelta, con el móvil apagado y sin que nadie te moleste, dan para
mucho leer. Y leí intentando que mi ánimo no se viera influenciado, por Eilis*,
por los giros que va dando su vida a fuerza de decisiones que parecen siempre
adoptadas por otros que no sea ella misma, y por esa fotografía banal que
cobrará una trascendencia simbólica con una carga vital absoluta. Difícil,
sinceramente. Los que leemos leyendo de verdad tenemos complicado el abstraernos
de lo que les pasa a esos compañeros de viaje que escogemos entre el papel si,
como es el caso, el que lo escribe lo hace de un modo tan absolutamente bien
que terminas incrustado dentro de la novela, colocado de un modo expectante
sobre el hombro de alguno de los personajes, en mi caso y con “Brooklyn”, sobre el hombro de Eilis.
A
finales de la semana pasada, recibí una invitación. Colm Tóibín estaría en
Barcelona. Nada de literatura, al menos de la propia, y sí alguna referencia a
la de George Orwell. Tóibín venía a casa para hablar precisamente sobre
el “Homenaje a Cataluña” de Orwell, de su estancia en la Barcelona de 1.936, de
los movimientos anarquista catalanes, del destino del POUM, de las posturas burguesas ante los cambios
sociales de la época, de la transición de Orwell desde posicionamientos
antifascistas a posicionamientos anti-stalinistas, de su huida a Francia antes
de terminar en manos de unos u otros (al parecer, todos tenían algo por lo qué perseguirle). Continuó su charla hablando sobre la transición de este país, de
su propia vivencia en el año 75, de la democracia que hoy nos duele por las
costuras, y de la necesaria reconciliación entre los bandos de una guerra civil
fratricida.
Debo
decir que fue un absoluto placer escucharle, sobre todo porque más allá de lo
anecdótico o incluso de la carga ideológica que su charla pudiera tener, hay
algo que siempre es de agradecer a los buenos oradores y es que estén
informados, sean capaces de provocar que cuando vuelvas a casa sigas pensando
en lo dicho, aunque puedas no estar de acuerdo y extraer tus propias
conclusiones. Sin embargo, cuando me preguntaron qué me
había parecido la jornada, además de decir que total y rotundamente
estupenda, no pude evitar decir que me había quedado con mi copla por dentro,
con mi necesidad de agarrarle de la pechera, con la intensidad que mi propia
comezón demanda, y preguntarle: ¿Cómo se puede escribir algo como “Brooklyn” y
no morir en mitad del camino? La casualidad no existe y yo estaba allí para preguntarle sobre ello, debí preguntárselo allí mismo, lo sé.
* Eilis es la protagonista de la novela "Brooklyn" de Colm Tóibín.
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