"Las cosas no se dicen, se hacen, porque al hacerlas se dicen solas."
Hay
tiempos de cierta fatiga. No es una fatiga beligerante, solo es eso, fatiga de
casi todo. Contra todo pronóstico y en plena vorágine, me tomo la tarde libre.
El buzón recoge las llamadas y los correos que caen como plegarias en el desierto. Mañana será otro día. Paso la tarde escuchando a Elvis Costello y releyendo “La aguja dorada” de Montserrat Roig. Son cosas de las filias y de la necesidad de arrimarse a lo que es propio de uno en medio de lo común.
En uno de los capítulos, la
escritora relata la anécdota el suicidio Serguéi Esenin en el Hotel Astoria de Leningrado.
El poeta, años antes a su voluntario final, había contraído matrimonio con la bailarina
Isadora Duncan que terminó en una separación colosal, tan tormentosa como el propio matrimonio, como no puede ser de otro
modo entre seres apasionados. Esenin, con su propia sangre, dejó escrito un “testamento
poético” dirigido a sí mismo que finalizaba: “morir no es ninguna novedad en
esta vida, pero vivir tampoco es nada nuevo”.
Termino
el capítulo con cierto regusto raro y no es cosa del café americano que se
enfría en la taza sin que nadie le haga caso desde hace un par de horas. No es eso. Vivir no es nada nuevo, es cierto, pero
pese a que a veces no lo parezca porque la rutina y el tedio lo convierten en
un tormento, en realidad, vivir es una aventura, que si bien es puede ser poco
novedosa, no deja de ser extraordinaria en lo bueno y en lo malo.
La
tarde tiene cierta sensibilidad brumosa, algo así como una especie de corriente
eléctrica que queda muerta en medio de la nada. Es así.
Pese a que te supongo viviendo en un ambiente limpio y moderno, esta entrada me hace imaginarte en una estancia victoriana, verde y marrón, con los rayos de sol, matizados por el polvo en suspensión, entrando a través del poco espacio que le dejan los pesados cortinajes, y reflejándose en los objetos de peltre. Y esa tarde libre, con aroma a novillos y siesta, se convierte, de repente, en vida, aunque sea a costa de filosofar sobre la muerte. Exquisitamente decadente.
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EliminarNo sabes lo que me gusta verte por aquí :)
La mecánica de la fatiga es muy extraña. Mueves algo muchas veces a un lado y al otro y algo cambia en su interior. Puede ser incluso el alma, o eso, no sé.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un abrazo Kenit.
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